martes, julio 18, 2017

Bioinformáticos del Instituto Leloir ganan prestigioso subsidio de la Unión Europea.

Los investigadores integrarán un consorcio de prestigiosos centros de investigación que se dedicarán al estudio de un tipo de proteínas poco conocidas que, entre otros aspectos, están asociadas al cáncer, a las enfermedades neurodegenerativas y a otras patologías. El subsidio es el más grande que otorga la Comisión Europea -órgano ejecutivo de la Unión Europea- y se encuadra dentro del programa de Innovación e Investigación Horizon 2020. 
Investigadores del grupo de Bioinformática del Instituto Leloir liderado
por los doctores Cristina Marino-Buslje y Ariel Chernomoretz.
El Laboratorio de Bioinformática Estructural, liderado por la doctora Cristina Marino-Buslje en el Instituto Leloir, recibió, junto a un consorcio de otras instituciones científicas, el subsidio más grande que otorga la Comisión Europea en el campo de la investigación básica.  
El programa de Innovación e Investigación Horizon 2020 del órgano ejecutivo de la Unión Europea subsidiará al grupo de bioinformática del Instituto Leloir con un monto de 283.500 euros, alrededor de la quinta parte de los 1.291.500 euros que recibirá el consorcio que también integran centros de investigación de Europa y Argentina.
“Mediante el uso de métodos computacionales (hardware y software) vamos a estudiar proteínas intrínsecamente desordenadas, un tipo de moléculas que despierta interés dentro de la comunidad científica porque hay evidencia creciente de que, entre otras cosas, se asocian a numerosas enfermedades”, indicó Marino, quien también es investigadora del CONICET y miembro de la Asociación Argentina de Bioinformática y Biología Computacional (A2B2C). Por ejemplo, un trabajo de 2016 en la “Biochemical Society Transactions” vincula a estas proteínas con el cáncer y con patologías neurodegenerativas, tales como Alzheimer, Parkinson y Huntington. 
Investigar esas moléculas “implica conocer una nueva biología”, destacó Marino. La caracterización de las regiones no-estructuradas de estas proteínas “nos permitirá eventualmente desarrollar mejores herramientas computacionales para su estudio específico”, destaca Marino. 
Las proteínas operan como “ladrillos de construcción de las células”: aceleran reacciones químicas esenciales para la vida, regulan la expresión de la información genética, posibilitan la comunicación entre células, sostienen la estructura de las células y la unión entre ellas, y transportan nutrientes, entre otras funciones. “Su estudio es clave para entender cualquier proceso celular”, indica Marino.
El grupo de bioinformática del Instituto Leloir está integrado por diez investigadores y también colabora con líneas de trabajo de otros laboratorios del instituto centrados, por ejemplo, en el estudio de la enfermedad de Alzheimer, el reloj biológico, el virus del papiloma humano y la biología de plantas.  
El consorcio premiado por la Unión Europea reúne también a científicos de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ); de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM); de la Universidad de Padua, en Italia; de la Universidad Eötvös Loránd, en Hungría; del University College de Dublin, en Irlanda; y del Laboratorio Europeo de Biología Molecular, conformado por centros de investigación de 18 países del continente.

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