La enfermedad de Chagas es causada por un parásito
unicelular microscópico llamado Trypanosoma cruzi, que se
aloja en el interior de las vinchucas y es transmitido a los
humanos a través de las heces de estos insectos al momento
de picarlos.
Según
datos de la Organización Mundial de la Salud, la enfermedad
se encuentra sobre todo en zonas endémicas de 21 países de
América Latina, entre ellos Argentina, donde se calcula que
hay un millón y medio de personas infectadas.
Actualmente no existen vacunas preventivas ni terapéuticas
para el mal de Chagas. Emilio Malchiodi, investigador
superior del CONICET en el Instituto de Estudios de la
Inmunidad Humoral “Profesor Ricardo A. Margni” (IDEHU,
CONICET-UBA) y en el de Investigaciones en Microbiología y
Parasitología Médica (IMPaM, CONICET-UBA) (Argentina),
trabaja junto a su equipo desde hace más de 30 años para
lograr este desarrollo.
Recientemente publicaron un importante hallazgo en la
revista NaturePJ-Vaccines. Se trata del estudio de los
efectos de una molécula que diseñaron que tendría la
capacidad de desencadenar respuestas en el sistema
inmunológico contra esta enfermedad.
En la molécula lograron combinar las características de tres
antígenos del parásito Trypanosoma cruzi, es decir, tres
sustancias que desencadenan la formación de anticuerpos, que
serían los encargados de inmunizar a una persona contra el
mal de Chagas.
“El tratamiento agudo de la enfermedad de Chagas consiste
en la administración de una droga llamada Benznidazol. Es
importante cuando el parásito está en circulación, pero
adentro de los tejidos, que es donde se aloja el Trypanosoma,
no lo elimina. En cuanto ingresa al organismo, el parásito
invade los macrófagos, que son células muy agresivas del
sistema inmune pero no activadas para matarlo, entonces, se
aprovecha de esto y se reproduce. Con el tiempo, se traslada
a otras células menos agresivas porque no son del sistema
inmune, como las musculares. Lo que buscamos con las vacunas
es mejorar la respuesta inmune que no es insuficiente, sino
equivocada”, advierte Malchiodi.
Malchiodi y su equipo seleccionaron tres regiones de
proteínas de T. cruzi, que demostraron previamente ser
protectivas y por ingeniería genética las amalgamaron para
generar una molécula única, que llamaron Traspaína.
A principios de los ’80, los investigadores comenzaron a
producir anticuerpos monoclonales contra el Trypanosoma
cruzi. Con uno de ellos purificaron una proteína – que en
ese momento no sabían qué era – y posteriormente
descubrieron que se trataba de Cruzipaína, una molécula muy
activa y abundante en el parásito. Con ella probaron una
vacuna utilizando un adyuvante, llamado de Freund, que se
utilizaba habitualmente en animales.
“Los resultados del uso de este antígeno más este adyuvante
fueron un fracaso. Para 1997 se empiezan a promocionar
nuevos adyuvantes que se llaman oligodesoxinucleótidos CpG (ODN-CpG)
y obtuvimos un resultado categórico: los ratones inmunizados
con Cruzipaína y CpG estaban mejor protegidos contra la
infección. Esto nos abrió la cabeza para empezar a explorar
otros aspectos. Sabíamos que Cruzipaína es muy particular
porque tiene una parte con actividad enzimática y otra que
no se sabe para qué funciona, pero ya había antecedentes de
otros grupos de trabajo que decían que esa porción de la
molécula ‘distraía’ la respuesta inmune. Entonces pensamos
‘¿por qué no le sacamos esa fracción que llama a la
respuesta inmune pero no protege?’ y comprobamos que la
parte enzimática generaba una respuesta inmune más
protectiva que cuando usábamos la molécula entera”, aclara
Malchiodi.
Malchiodi explica que para probar una vacuna estudiaron en
ratones distintos protocolos, es decir, combinaciones de
adyuvantes y antígenos para analizar la respuesta de
anticuerpos y la inmunidad celular.
En estudios posteriores, analizaron otras moléculas del
parásito y sistemas de inmunización. También utilizaron tres
de ellas en una vacuna multicomponente con muy buenos
resultados.
“Sin embargo, producir tres antígenos independientes es muy
caro porque tiene el costo de tres vacunas, entonces,
pensamos en ponerlos dentro de una sola molécula a través de
ingeniería genética. Ya sabíamos que sólo una porción de
Cruzipaína y una parte de ASP2 eran efectivas en la
protección y, entonces, eliminamos las partes que ‘distraen’
la respuesta inmune de su principal función, que es matar al
patógeno. Para unir las porciones de los compuestos usamos
una conexión que pertenece a otra molécula importante de T.
cruzi, que se llama Transialidasa, y formamos esa quimera.
Se llama así porque es como esos monstruos mitológicos que
se formaban con partes de distintos animales”, advierte el
investigador.
La Transpaína se probó en ratones con un producto de origen
bacteriano que tiene propiedades adyuvantes, llamado c-di-AMP,
y se obtuvieron mejores resultados que con otros adyuvantes.
El cdi-AMP formulado con Transpaína genera una respuesta
inmune diferente que los demás adyuvantes estudiados, porque
promueve la aparición de ciertas células T especificas
contra el patógeno llamadas linfocitos T CD4+ del subtipo
Thelper1/Thelper17, así como también potencian la respuesta
T CD8+, que protegen al huésped del parásito.
Malchiodi explica que empleando parásitos fluorescentes se
midió la replicación parasitaria en el sitio de infección, y
se observó que los animales que recibieron la vacuna (Transpaína
y el nuevo adyuvante) eran capaces de controlar rápidamente
la carga parasitaria. Esto se vio reflejado luego en sangre
al determinar la concentración de parásitos ya que los
animales vacunados presentaban niveles menores. Finalmente,
la vacuna logró disminuir los parámetros de daño analizados
durante la fase crónica de la infección, lo que permite
especular acerca de su capacidad de prevenir la patología de
la enfermedad.
“La ventaja de usar una quimera en lugar de tres antígenos
separados para una vacuna es principalmente racional y
económica, ya que reduce los costos de producción a un
tercio. Tenemos gran esperanza en este desarrollo porque
trabajamos muchas alternativas y ésta es la mejor que hemos
obtenido. Sería interesante pasar a etapas de desarrollo,
que son muchas y muy largas, y para las cuales se requiere
financiación”, concluye el investigador.
(Fuente: Argentina Investiga)
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