Los
investigadores integrarán un consorcio de prestigiosos centros de investigación
que se dedicarán al estudio de un tipo de proteínas poco conocidas que, entre
otros aspectos, están asociadas al cáncer, a las enfermedades neurodegenerativas
y a otras patologías. El subsidio es el más grande que otorga la Comisión
Europea -órgano ejecutivo de la Unión Europea- y se encuadra dentro del programa
de Innovación e Investigación Horizon 2020.
El Laboratorio
de Bioinformática Estructural, liderado por la doctora Cristina Marino-Buslje en
el Instituto Leloir, recibió, junto a un consorcio de otras instituciones
científicas, el subsidio más grande que otorga la Comisión Europea en el campo
de la investigación básica.
El programa de Innovación e Investigación Horizon 2020 del
órgano ejecutivo de la Unión Europea subsidiará al grupo de bioinformática del
Instituto Leloir con un monto de 283.500 euros, alrededor de la quinta parte de
los 1.291.500 euros que recibirá el consorcio que también integran centros de
investigación de Europa y Argentina.
“Mediante el uso de métodos computacionales (hardware y
software) vamos a estudiar proteínas intrínsecamente desordenadas, un tipo de
moléculas que despierta interés dentro de la comunidad científica porque hay
evidencia creciente de que, entre otras cosas, se asocian a numerosas
enfermedades”, indicó Marino, quien también es investigadora del CONICET y
miembro de la Asociación Argentina de Bioinformática y Biología Computacional
(A2B2C). Por ejemplo, un trabajo de 2016 en la “Biochemical Society Transactions”
vincula a estas proteínas con el cáncer y con patologías neurodegenerativas,
tales como Alzheimer, Parkinson y Huntington.
Investigar esas moléculas “implica conocer una nueva
biología”, destacó Marino. La caracterización de las regiones no-estructuradas
de estas proteínas “nos permitirá eventualmente desarrollar mejores herramientas
computacionales para su estudio específico”, destaca Marino.
Las proteínas operan como “ladrillos de construcción de
las células”: aceleran reacciones químicas esenciales para la vida, regulan la
expresión de la información genética, posibilitan la comunicación entre células,
sostienen la estructura de las células y la unión entre ellas, y transportan
nutrientes, entre otras funciones. “Su estudio es clave para entender cualquier
proceso celular”, indica Marino.
El grupo de bioinformática del Instituto Leloir está
integrado por diez investigadores y también colabora con líneas de trabajo de
otros laboratorios del instituto centrados, por ejemplo, en el estudio de la
enfermedad de Alzheimer, el reloj biológico, el virus del papiloma humano y la
biología de plantas.
El consorcio premiado por la Unión Europea reúne también a
científicos de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ); de la Universidad
Nacional de
San Martín (UNSAM); de la Universidad de Padua, en Italia; de la Universidad
Eötvös Loránd, en Hungría; del University College de Dublin, en Irlanda; y del
Laboratorio Europeo de Biología Molecular, conformado por centros de
investigación de 18 países del continente.
Leído en
http://www.leloir.org.ar/
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