De la mano de la impresora 3D,
investigadores se enfocan en el desarrollo de equipamiento para el
campo de la salud, tanto para el entrenamiento médico como para
brindar un servicio a los pacientes. Con esta tecnología
especialistas diseñaron un simulador de lesiones de mamas y un
contenedor de bolsas de sangre para una máquina del hospital de
pediatría Garrahan.
El avance de la tecnología cambió nuestra vida cotidiana. En el campo de la
salud, su aporte ha sido inigualable para elevar la esperanza de vida de las
poblaciones, ofrecer diagnósticos más precisos y hacer posibles tratamientos más
eficaces de distintas enfermedades. En los últimos años, la aparición y el
desarrollo de la impresión 3D parece haber abierto un nuevo camino, que puede
revolucionar la medicina. La fabricación de audífonos, prótesis, huesos y hasta
órganos humanos para su implantación quirúrgica son algunas de las potenciales
aplicaciones –que todavía están en estudio– de esta renovadora tecnología.
De la mano de la impresora
3D, investigadores del Instituto de Industria (IdeI)
de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) desarrollaron un
simulador de lesiones de mamas, diseñado especialmente para el tomógrafo por
emisión de positrones (MAMMI
PET) del Instituto de Oncología Ángel
Roffo. Único en su tipo en América latina, este
tomógrafo permite obtener imágenes útiles para la detección precoz o temprana de
cáncer de mama, posibles tumores y
también para el seguimiento de la respuesta de tratamientos y una evaluación de
recurrencia de la enfermedad.
“Para obtener las imágenes se inyecta en los pacientes un
trazador radiactivo, que es absorbido por las células y
retenido por tejidos con un metabolismo más
elevado de lo normal, como ocurre en muchos tipos de tumores malignos. Por eso,
esta técnica puede ser utilizada para el diagnóstico de tumores, contribuir a la
determinación de la ubicación, la extensión, el tamaño y el grado tumoral, así
como en el seguimiento de su tratamiento”, cuenta a Argentina Investiga la
bioingeniera Julieta Robledo, de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Según datos del Instituto Nacional de Cáncer del ministerio de Salud de la
Nación, el cáncer de mama es la primera causa de muerte por tumores en mujeres
en la Argentina. Esta enfermedad produce al año 5.600 muertes y más de 19.000
nuevos casos, lo que representa un 16,8% del total de incidencia de cáncer en
nuestro país.
El simulador (o fantoma) construido en el Laboratorio de Ingeniería de la UNGS
“es un recipiente cilíndrico, con una capacidad de 1.100 centímetros cúbicos,
que representa el tejido mamario, donde se insertan tubos de distintos
diámetros, llenos de una sustancia radiactiva, que simulan las lesiones”
describe el físico Eduardo Rodríguez, director del área de Ciencias y
Tecnologías Básicas del IdeI.
El fantoma no se utiliza para hacer diagnósticos, sino que simula las lesiones.
“Con este simulador podemos estudiar las diferentes características de desempeño
del tomógrafo, principalmente las relacionadas al límite de detectabilidad de
las lesiones, y optimizar los protocolos de adquisición y procesamiento de
imágenes”, explica Robledo, quien se desempeña en el área de Física Médica del
Centro Oncológico de Medicina Nuclear del Instituto Roffo, que depende de la
Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y de la CNEA, donde se halla el
tomógrafo. Entre sus tareas diarias se encuentra la realización de pruebas de
controles de calidad que garanticen el correcto funcionamiento del equipamiento
de medicina nuclear.
Para construir el simulador, los investigadores debieron satisfacer un conjunto
de requerimientos, ya que dentro del dispositivo se debe verter una sustancia
radiactiva. “Los materiales de construcción tenían que presentar una mínima
absorción de la radiación. Era crucial que el dispositivo no tuviera ningún
escape de líquido y tenía que poder llenarse y armarse lo más rápido posible
para minimizar el tiempo de exposición a la radiación. Además de ser durable y
reproducible”, explica Rodríguez. “Al material que utilizamos para la
construcción del simulador (ácido poliláctico) le hicimos pruebas de absorción
de radiación. Demoramos dos meses y medio para el diseño, la construcción y las
pruebas de confiabilidad. Logramos un dispositivo seguro, a medida, una pieza
única dada la especificidad del tomógrafo”, cuenta el ingeniero electromecánico
Maximiliano Véliz, investigador docente del IdeI.
Investigación y desarrollo
En el área de Ciencias y Tecnologías Básicas del IdeI indagan en métodos y
desarrollan dispositivos didácticos para la enseñanza y el aprendizaje de la
ciencia y la tecnología en general y, en particular, para su utilización en las
carreras de ingeniería. “Nos apoyamos en el uso de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, de nuevos equipamientos para la toma y el
análisis de datos y también de las denominadas tecnologías emergentes”, relata
Rodríguez.
A raíz de consultas recibidas, Rodríguez y su equipo comenzaron a trabajar en la
búsqueda de soluciones para algunos problemas específicos. Fue así que
desarrollaron un contenedor de bolsas de sangre para una máquina del hospital de
pediatría Garrahan. En el Garrahan se realizan semanalmente 600 transfusiones de
sangre a niños que padecen enfermedades de mediana y alta complejidad. Para
cubrir esta demanda se necesitan sesenta donantes diarios, así que la misión del
Banco de Sangre del hospital es proveer los componentes de sangre necesarios
para dichas transfusiones. “Esto se logra a través de múltiples y complejos
procesos, entre ellos la promoción de la donación de sangre, la atención a los
donantes, el procesamiento de la sangre y el cuidado de la cadena de frío, el
análisis serológico y molecular de la sangre y su distribución”, explica Silvina
Kuperman, jefa del Centro Regional de Hemoterapia y directora del Banco Público
de Referencia Nacional de Sangre de Cordón Umbilical del Garrahan.
Para separar los distintos componentes de la sangre del donante (plasma,
plaquetas, glóbulos rojos) se utiliza una máquina centrífuga. La calibración y
el mantenimiento de esta máquina, que se usa todos los días por doce horas, son
puntos clave para asegurar la calidad de la sangre y satisfacer la demanda de
sus componentes. La máquina tiene seis vasos contenedores de bolsas de sangre.
Cuando uno de ellos se rompe la producción se reduce un 33%. El objetivo del
proyecto fue reemplazar el recipiente roto para recuperar el nivel de producción
de la centrífuga de sangre.
Con la asistencia de los técnicos del Laboratorio de Ingeniería de la UNGS,
Andrés Mazzola y Miguel Balderrama, se imprimió un primer recipiente, que luego
se ajustó para cumplir con las características necesarias. “Hicimos con la
impresora 3D una réplica casi exacta del recipiente original. Se necesitaba que
tuviera las mismas dimensiones que el original y, algo importante, el mismo
peso, ya que de esto dependía el funcionamiento estable de la centrífuga, que
debe rotar con un gran equilibrio a alta velocidad. Lo hicimos de ABS, un
material termoplástico que se usa comúnmente en las impresoras 3D. Lo que no se
sabía era si iba a resistir girar a 4.000 revoluciones por minuto. A esa
velocidad el recipiente está sometido a fuerzas que son unas 400 veces mayores
que su propio peso. Las pruebas en la centrífuga fueron óptimas, y, tras varios
meses, el recipiente continúa en uso en el banco de sangre”, cuenta Rodríguez.
“Con este desarrollo pudo disponerse de un repuesto en forma rápida y evitar las
demoras que conlleva el proceso de importación, de aproximadamente 90 días”,
finaliza Kuperman. La impresión del recipiente fue el primer paso de un amplio
camino de cooperación y transferencia de conocimientos entre la UNGS y el
hospital Garrahan para el desarrollo de equipamiento de uso médico, tanto para
entrenamiento, como para brindar servicios a los pacientes. Ahora los
investigadores y especialistas de ambas instituciones trabajan en la creación de
un simulador de cordón umbilical para prácticas de obtención de células madre y
en el desarrollo de un molde para la fabricación de prótesis personalizadas para
ser utilizadas en craneoplastías.
Marcela Bello
Comunicación y Prensa UNGS
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en Argentina Investiga
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