La Inteligencia Artificial (IA) plantea el desafío ético de legislar sus alcances y posibilidades. La condición humana de garantizar los derechos y las libertades construidas urge en medio de una vorágine de desarrollo tecnológico en la que ya no es posible dar marcha atrás.
La Inteligencia Artificial (IA) es poderosa, omnipresente y la
ciencia aplicada y las industrias lo saben. La Salud, por ejemplo, deposita en
su capacidad muchas de sus búsquedas: cómo advertir un posible infarto o cómo
revertir las secuelas de un accidente cerebro vascular (ACV), cómo prevenir
futuras pandemias o cómo contener las actuales. Pero es más, la geopolítica
instaló en la IA intenciones y esperanzas, ya que significa un activo inédito.
Sucede que la IA puede hacer que datos sensibles de las personas, como sus
latidos o comportamientos, sus preferencias y deseos, sus frustraciones y
gustos afecten o potencien o clausuren conceptos y derechos tan elementales
como libertad o la privacidad.
Por ello, y atentos a los riesgos y las virtudes que ya nadie
ignora sobre la IA, resulta menester establecer un pacto social, un acuerdo
colectivo en el que los valores y los principios rectores de las sociedades
sean delimitados, de modo tal que la IA sea una herramienta y no una amenaza.
Este 2021 culmina con algunos de esos consensos ya tendidos y con mucha letra
por escribir. Sí, todo indica que la hora cero de los tiempos futuros, ya
comenzó.
La IA es una herramienta sin parangón, sobre todo, en días en que
la pandemia de Covid-19 acredita casi dos años de fluctuaciones en su
virulencia, vacunaciones desiguales a escala planetaria y cepas recargadas. Y
la innovación que propicia la IA se impone como una buena noticia en ese
contexto, entre otras razones porque tiene la virtud de contribuir a delimitar
los impactos económicos que la emergencia sanitaria provoca, porque fue uno de
los responsables de la pronta aparición de vacunas e, inclusive, de la
contención estratégica de la propagación viral.
Como contrapartida, los datos de las personas permanecen peligrosamente
expuestos y hasta pueden condicionar el rumbo de las democracias, propiciar
nuevas formas de discriminación negativa, vigilancias o afectaciones a
cualquier derecho humano. Parece distópico, pero no lo es. ¿Cuál es el límite
ético de la IA? La experiencia de Cambridge Analítica, en Estados Unidos,
aquella consultora que saltó a la fama en 2018 al utilizar de forma inapropiada
los datos de 87 millones de usuarios de Facebook para sesgar la opinión e
impactar en el resultado electoral de aquel país, fue solo un ejemplo de la
falta de respuestas vigentes.
“El mundo necesita reglas para que la inteligencia artificial
beneficie a la humanidad. La Recomendación sobre la ética de la IA es una
respuesta importante. Establece el primer marco normativo mundial, al tiempo
que otorga a los Estados la responsabilidad de aplicarlo a su nivel. La Unesco
apoyará a sus 193 Estados Miembros en su aplicación y les pedirá que informen
periódicamente sobre sus progresos y prácticas”, sostuvo Audrey Azoulay,
directora General de la Unesco, en la presentación de la primera norma mundial
sobre la ética de la IA en noviembre de 2021, y el resultado de una iniciativa
que lanzó en 2018 y que hoy reunió el consenso de sus 193 miembros.
El texto de esta norma -disponible aquí- fue valorado como
“histórico” porque promete sentar las bases de “la construcción de la
infraestructura jurídica necesaria para garantizar un desarrollo saludable”; y
busca garantizar que las transformaciones digitales promuevan los derechos
humanos y contribuyan a la consecución de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) y hace foco en cuatro grandes unidades de temas: la protección
de los datos, la prohibición de los marcadores sociales y la vigilancia masiva;
la promoción de la cooperación en la supervisión y evaluación; además de la
protección del medio ambiente.
Y la importancia de esta letra radica en su capacidad para sembrar
las bases regulatorias en horas en que muchos gobiernos comienzan a delinear
los primeros borradores: es el caso de la Argentina donde, por estas horas, se
trabaja en una iniciativa afín… un primer borrador del que prontamente
Telemedicina-Salud en Línea estará en condiciones de compartir. Otro caso es el
de Chile, donde hace apenas un par de meses se anunció la creación del Plan
Nacional de IA, cuyo presupuesto de más de USD 32 millones posibilitará I+D en
la materia, pero también la redacción y discusión de una normativa que promueva
su desarrollo y uso responsable.
Inclusive, la Unión Europea redacta un tratado internacional al
respecto, para evitar las manipulaciones y proteger a las personas. Según la
información trascendida, la norma estará disponible en noviembre de 2023 y
buscará que el avance tecnológico no vaya en detrimento de los derechos humanos
y el funcionamiento democrático de las sociedades, sus definiciones
organizativas, además de obligar a advertir a las personas si están
interactuando o no con un sistema de IA, y hasta la creación de mecanismos de
supervisión y control internacional.
Resulta pertinente, además, recordar que Michelle Bachelet, alta
Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU y ex presidenta de Chile, dijo
que la IA “puede ser una fuerza para el bien, que ayude a las sociedades a
superar algunos de los mayores retos de nuestro tiempo. Pero (…) también puede
tener efectos nocivos e incluso catastróficos, cuando se emplea sin prestar la
debida atención a su capacidad de vulnerar los derechos humanos”.
“Cuanto mayor sea el riesgo para los derechos humanos, más
estrictos deben ser los requisitos legales para el uso de la inteligencia
artificial, añadió Bachelet, quién observó que “dado que la evaluación de los
peligros y cómo superarlos puede llevar todavía algún tiempo, los Estados
deberían implementar desde ahora moratorias sobre el uso de las tecnologías que
presentan un alto potencial de riesgo”.
El informe al que se refiere la alta Comisionada establece en sus
recomendaciones la importancia de que los Estados Nación reconozcan “plenamente
la necesidad de proteger y reforzar todos los derechos humanos en el
desarrollo, el uso y la gobernanza” de la IA, al tiempo de garantizar que su
uso cumple con todos los derechos humanos vigentes. En caso contrario,
prohibirlas.
El desafío es grande, como la potencialidad que implica el poder
predecir y conducir los comportamientos, humanos y virales. Si, el futuro de
los tiempos acaba de comenzar y la humanidad está ante el desafío de estar a la
altura de su creación.
Fuente: saludenlinea.com.ar
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