viernes, abril 15, 2016

Cinco pacientes de bata blanca.

 
Nadie está exento de padecer una enfermedad, incluso los propios médicos. A TU SALUD ofrece el testimonio de cinco profesionales que han sufrido, en primera persona, la patología que tratan a diario en sus consultas. Su experiencia personal les ha servido para comprender mejor a su paciente, conectar con él de una manera bidireccional y ayudarse mutuamente
Resguardados tras una bata blanca y un fonendoscopio se enfrentan cada día a la enfermedad. Están acostumbrados al olor a hospital, a las retahílas de fármacos, a los largos tratamientos... Sin embargo, para un médico nada de esto es suficiente cuando la vida da un vuelco y decide convertirle en paciente, uno toma conciencia de que todo se ve diferente. Ser paciente permite a un médico ponerse en el lugar de las personas que trata en su día a día. No ver los toros desde la barrera es una experiencia, cuanto menos interesante. Los médicos toman conciencia de ser vulnerables y les permite ser más comprensivos con los sentimientos y las expectativas del otro. Del mismo modo que el paciente se da cuenta de que la enfermedad puede ser una lotería. Le toca a una persona de «a pie», pero también al médico que la ve a diario en su consulta.
Por ello, A TU SALUD ofrece cinco testimonios de profesionales médicos que han estado al otro lado de la mesa de la consulta. Y es que padecer la misma enfermedad que los pacientes que tratan diariamente en su centro de trabajo como es el caso de Silvia, Joaquín, Pilar, Cristina y Juan, no ha supuesto para estos expertos ninguna desventaja, sino todo lo contrario. Sin que sea buena idea estar enfermo para conectar con el paciente, «hay que aprovechar que te ha tocado vivir en tus carnes una enfermedad, del modo que tu ayudas a tus pacientes de la misma manera que ellos te ayudan a ti», explica Joaquín Durán, neumólogo que padece apnea del sueño.
Coinciden en que la experiencia no ha cambiado su trato con el enfermo, su día a día profesional. Sin embargo, sí que «haber vivido la experiencia desde el otro lado» hace comprender mejor al paciente y ayuda a ponerse mejor en su piel. Como le pasaba a Silvia Sánchez, alergóloga con dermatitis atópica, quien quizá «pasaba por alto pequeños síntomas de la enfermedad», como el picor del paladar. Algo que consideraba una tontería, hasta que lo sufrió en primera persona. Síntomas que estos médicos sufren hoy en día, pero cuyos pacientes les han estado explicando en las consultas desde hace años.
Silvia Sánchez García
Médico adjunto del servicio de Alergología en el Hospital Universitario Infantil Niño Jesús de Madrid. Sufre alergia al polen, a los ácaros y a los hepitelios de animales.
Escogí la especialidad de alergología sin ser alérgica, solamente porque aunaba dos cosas que me llamaban la atención: las enfermedades respiratorias y la investigación. Pero al final ha sido el destino. Entiendes a los pacientes mucho mejor, ésa es la diferencia que hay a la hora de tratarlos desde no ser alérgica a luego padecerla. Había cosas a las que antes no daba importancia, como el picor del paladar, algo que te cuentan todos los días en la consulta. Y yo lo empecé a tener el año pasado. ¡Guau, qué diferencia! Esto es un picorcito de nada, te aguantas y ya está, pero se pasa mal. Y ahora lo sé. Siempre digo que yo lo veía desde el otro lado de la mesa. Soy alérgica al polen, a los ácaros y a los epitelios de animales desde hace cinco años. Pude ser alérgica antes, pero no me lo habían diagnosticado y nunca había ido al alergólogo. Notaba catarros, mucha rinitis, estornudos, pero pensaba que era catarro. Fue al desplazarme a Madrid cuando empecé a tener síntomas muy concretos de la primavera. ¡Caray! Esto es lo que estoy preguntando todos los días en la consulta y ahora me esta pasando a mi. Los pacientes me han ayudado a diagnosticarme, porque todas las cosas que yo estoy sufriendo me las están contando ellos desde hace muchos años. Es curioso porque las preguntas que yo les hacía a los pacientes y las contestaciones que me daban, ahora soy yo la que me pregunto y respondo. Y el año pasado debuté con asma. La primera vez que necesité un broncodilatador tuve dudas sobre si seguí los pasos o si lo hice bien. Es mi especialidad, lo explico todos los días, pero todavía tengo dudas. ¡Qué no le pasará al paciente!
Joaquín Durán-Cantolla
Jefe de Servicio de Investigación en el Hospital Universitario Araba. Sufre apnea del sueño.
Casi cuarenta años de carrera médica relacionada con la neumología y el tema del sueño , mi diagnóstico tuvo que ser casual. Lo cual evidencia que si esto le pasa a un médico, más aún a uno especializado en sueño, es entendible que más del 90% de la población con apnea del sueño –un trastorno común en el que la persona que lo sufre hace una o más pausas en la respiración o tiene respiraciones superficiales durante el sueño– esté sin diagnosticar. Normalmente en mi servicio solemos probar los equipos a la hora de adquirirlos, pero hasta hace siete años yo no había sido partícipe de ello. En ese momento, se evidenció que tenía un número de apneas importante. Pero pensé que era un error puesto que no notaba síntomas, aunque empezaba a tener datos de hipertensión y era roncador, aspectos que contribuyen a su aparición. Por entonces, padecía sobrepeso así que adelgacé, lo que aconsejo a mis pacientes, y perdí 20 kilos, lo que permitió bajar mi número de apneas en más del 50 por ciento. Cuando pasas una enfermedad estás en unas condiciones mejores para comprender al paciente que padece la misma enfermedad, al mismo tiempo que les transmites tranquilidad. Pero es una capacidad empática bidireccional. El médico se pone al mismo nivel que el paciente, lo que forma un apoyo mutuo con quien compartir opiniones y experiencias y sentirte comprendido. Aunque me trato a mí mismo, sí es aconsejable que los médicos pongamos nuestro caso en conocimiento de otro profesional, porque está desprovisto de los temas emocionales, algo importante a la hora de tomar decisiones.
 
Cristina Eguren
Dermatóloga del Hospital Infanta Leonor de Madrid, de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y de la Clínica Eguren. Padece dermatitis atópica.
La dermatitis atópica es una de las enfermedades dermatológicas más prevalentes en mi consulta. Yo la veo, la trato y la padezco desde mi infancia. Pero no escogí esta especialidad por mi caso, aunque indudablemente padecerla me ha servido para entender cada caso mejor y tratarlos en consecuencia. Ver que el médico también lo padece a mis pacientes los ayuda a entender que, aunque es una enfermedad crónica que no tiene cura, sí se puede vivir bien si se tratan los brotes y se lleva un tratamiento de mantenimiento. Y el ejemplo soy yo. Tengo dermatitis atópica y no me puedo curar, pero conocer mi caso hace que se sientan identificados. Puede resultar curioso, pero ver que su médico lo padece los ayuda a aceptar su situación. Ser médico y paciente a la vez hace que entiendas por lo que pasan: el picor, las molestias que produce...y que es mucho mejor tratarse que aceptar todas las consecuencias que conlleva. Si tiene mucho picor, no duerme bien; si no duerme bien, está cansado, y por tanto no rinde igual. Algo que yo he vivido de pequeña, al igual que mis tres niños pequeños. Otro ejemplo que les hace entender que los comprendes. Que tú también pasas por eso en tu día a día. Una situación que me permite ver todo el espectro de la enfermedad, desde los dos lados de la mesa. Yo ya sé perfectamente qué crema me gusta más, cuál menos, conozco la más rápida o la que huele mejor. Cuando pauto un tratamiento, sé exactamente qué estoy recetando, porque yo lo he probado antes en mi piel. Aunque hay veces que los pacientes son los que me dan consejos que les han servido para aliviar los picores. Es una ayuda mutua.
 
Pilar Morales
Reumatóloga en el Complejo Hospitalario Universitario de Granada. Sufre artritis psoriásica.
Hace diez años, tras mi primer embarazo, me apareció la artritis psoriásica. Tenía dolores en las articulaciones e hinchazón en los dedos de la mano. El saberlo y tener que tomar la decisión de empezar a tratarme me hizo retrasarme tres años. Esperas que sea una reacción que se vaya con el paso del tiempo porque, cuando te afecta, te das menos importancia que a lo mejor cuando estás delante de un paciente. Al principio intenté tratarme yo misma, pero acaba siendo imposible. Aún así, no sé cómo soy como médica, pero desde luego de paciente soy malísima (me hago la analítica cuando me parece y no cuando me toca, o me salto un poco la medicación, a pesar de saber que me la tengo que poner cada 14 días). Una postura algo curiosa porque con mis pacientes soy muy metódica. Aunque no sé si luego lo llevarán a cabo, insisto en lo que tienen que hacer para mejorarse; todo lo contrario a lo que yo hago, por lo que me sorprende la diferencia entre cuando eres paciente y cuando eres el médico. Aunque no me faltaba, ahora tengo más empatía con mis pacientes porque no es que te pongas en su lugar, es que estás en su lugar. Pasa que hay síntomas, como la astenia o el levantarse con dolores, a los que no le das importancia hasta que los padeces. Y el sufrirlos te permite tener más facilidad para hablar con los pacientes. Es una sensación de entendimiento y apoyo mutuo. Supongo que yo los ayudo como ellos me ayudan a mí a llevarlo mejor. Nos contamos «truquitos» que permiten mejorar como, por ejemplo, seguir haciendo ejercicio de forma moderada si se puede porque nos permite mantener la condición física y la calidad de vida.

Juan E. Trobajo de las Matas
Traumatólogo miembro del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Quirónsalud La Coruña. Ha sido operado de rotura de menisco externo de la rodilla.
No hay médicos en mi familia, pero siempre me ha gustado la cirugía y la traumatología debido a que fui alumno interno de la especialidad mientras estudiaba la carrera. Aunque también me llamaba la atención la medicina del deporte. ¡Qué curiosidad! He sido operado de una rotura del menisco externo de mi rodilla izquierda. Una consecuencia dada por un mal gesto al realizar un lanzamiento de balonmano. El deporte que practiqué en mi juventud y que quizá no debería haber intentado recrear a mi edad. Desde ese momento tuve dificultades para la práctica deportiva con bloqueos de la rodilla que yo mismo me «reducía» hasta que dichos episodios se convirtieron en habituales con el mínimo esfuerzo y decidí operarme. Un miembro de nuestro servicio fue el que me operó hace dos años, el Dr. Baña,y durante la intervención y gracias a la visión a través del monitor, «consensuábamos» los gestos quirúrgicos. Cirugía aparte, aunque reconozco que no es lo más recomendable, yo he sido mi propio traumatólogo. La recuperación ha sido muy buena, puesto que es algo que no lo recomiendo a mis pacientes, a los dos días estaba pasando consulta... cojeando pero trabajando... A las seis semanas comencé a hacer running, mi deporte en la actualidad. El padecer una lesión «en carne propia» es muy interesante a la hora de valorar esa misma patología en tus enfermos. Las sensaciones que ellos te describen las has tenido tú, lo que te ayuda a darles la importancia adecuada. El hecho de ser médico y paciente ha sido una ventaja aunque no creo que lo sea en todos los casos. En general los médicos somos bastante «malos» enfermos.
 

Fuente: La Razón de España.

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