En los años
de trabajo en hospitales y sanatorios que llevo vividos, he podido apreciar de
forma fehaciente la tendencia de las instituciones de salud hacia los procesos
de calidad.
También he visto
como este fenómeno, generalmente proveniente de experiencias industriales y
comerciales, ha contribuido enormemente a la calidad de los servicios que
llegan a nuestros clientes, es decir a los pacientes. Esto es algo innegable.
Es así mismo
innegable el rol fundamental que cobran los sistemas informáticos en este
contexto. Por un lado, guiando los procesos operativos por senderos acotados de
forma de gestionar de una forma segura y eficiente la conducta de los
operarios. Por otro generando un banco de información integrada y consolidada,
capaz de ayudar en la gestión y sostener un proceso de aprendizaje en las
instituciones que les permite ser cada vez mejores.
Sobre todo,
en lo que respecta al primer roll, es decir que el registro en un
sistema-software funcione de por sí como una guía para ayudar al personal de
salud en sus funciones operativas, los sistemas han avanzado de una forma
impresionante. Generalmente los stakeholders han trabajado junto a los
informáticos, dotando a los sistemas de inteligencia capaz de reflejar las
restricciones y características de los dominios a los que soporta. Un puntazo
de los equipos de calidad en las instituciones de salud.
Pero en lo
relacionado al segundo punto, vengo notando desde hace tiempo un esfuerzo, que
en mi opinión va en una dirección equivocada.
Rober
Kaplan, uno de los creadores del Cuadro de Mando Integral, que ya de por si
representa una perspectiva de gestión muy interesante para aplicar en el área
de la salud, habla de dos tipos de indicadores: los de resultado y los de
actuación.
Los
indicadores de resultado permiten medir logros pasados muy concretos. En
hemoterapia, por ejemplo, podría ser la cantidad de pacientes que durante el
2019 recibieron una transfusión. O la cantidad de donantes efectivos en un año
completo.
Los
segundos, a veces un poco olvidados por los sistemas, buscan medir aquellas
cuestiones que hemos detectado y que directa o indirectamente mejoran los
procesos y nos acercan más a los objetivos para los que existe la institución.
Si un
indicador de resultado va a preguntar cuántas transfusiones hubo, uno de
actuación va a preguntar si todas esas transfusiones estaban bien indicadas,
qué factores de esas transfusiones incidieron en que haya eventos adversos o
cuánto tardaron en llegar los hemocomponentes desde que se solicitaron hasta
que fueron transfundidos al paciente.
Si el
indicador de resultados es el número de donantes efectivos en un año completo,
los indicadores de actuación se preguntarán ¿Qué cuestiones influyen en qué
prevalezcan más los donantes efectivos sobre los totales? ¿Cómo mejora mi
porcentaje de donantes voluntarios repetidos y baja la prevalencia de descartes
por serología? ¿Cómo puedo predecir mi demanda para planificar mejor mis
colectas de sangre?
Es decir,
los indicadores de resultado hablan sobre el pasado, sin embargo, los de
actuación hablan sobre lo que estoy haciendo para mejorar el futuro. ¡Es decir
que estamos midiendo los inductores del cambio!
Lamentablemente,
los inductores del cambio son unos grandes olvidados en la mayoría de los
sistemas informáticos del dominio de la salud. Tenemos que recuperarlos,
tenemos que apostar a generar sistemas que aporten desde un roll protagonista a
los procesos de calidad de las organizaciones de salud.
Hoy existe
la tecnología, el conocimiento, la experiencia y las ganas para hacerlo.
Publicado por Diego
Larriera Kiriakidis
Director en
Proyecto Flebes
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