En las últimas
décadas hemos trabajado, con mayor o menor fortuna según el caso, implantando
sistemas de gestión como el Lean Healthcare. Estos sistemas promueven la
eliminación de actividades que no aportan valor al servicio sanitario, poniendo
las necesidades del usuario en el centro y persiguiendo la mejora continuada.
Necesidad (falta de recursos endémica) y entorno (mayor cronicidad y por tanto
convivencia y conocimiento de la enfermedad) obligan.
Estos sistemas han
aportado importantes mejoras, pero hasta ahora el foco se ha centrado en los
entornos tradicionales de trabajo. La proliferación de soluciones digitales,
también en el entorno sanitario y con especial fuerza durante la pandemia,
aporta claras ventajas, pero no podemos olvidar los riesgos que ya se dejan ver
en la implantación, que aún no transformación, digital. Necesidad vuelve a
obligar.
El Análisis
La salud digital
se mueve en un entorno de gran volumen y rápido crecimiento, en número y
funcionalidades, de herramientas y estrategias digitales. Ahora nos toca a las
partes interesadas en el cuidado de la salud (pacientes, proveedores,
aseguradoras, industria y reguladores) identificar las soluciones que aportan
valor real y evitar malbaratar recursos en aquellas que no lo hacen.
Para monitorizar
la salud digital y seleccionar soluciones que tengan impacto, la calidad y el
valor de las mismas deben ser fáciles de distinguir. Con ese fin, voy a revisar
el panorama, las brechas existentes y la evolución de posibles respuestas.
Los Requisitos
El ciclo de vida
de cualquier producto comienza con el establecimiento de requisitos, donde las
partes interesadas definen las características, funcionalidad y necesidades de
rendimiento del producto.
Es fundamental
incorporar las preferencias de los médicos y pacientes afectados por la
solución de salud digital en el proceso, y considerar que los requisitos
variaran según la funcionalidad de la solución: diagnóstico, monitoreo,
coordinación de la atención, etcétera.
Una vez
establecidos y para eliminar del marco propuesto aquellas propuestas que no
aporten valor, debemos establecer un sistema de evaluación que satisfaga los
requisitos definidos por las partes interesadas en las siguientes dimensiones:
·
Dimensión técnica
Consiste en validar si la arquitectura del sistema
(la estructura, el comportamiento y los componentes tecnológicos), cumple la
función para la que ha sido creada y si lo hace con exactitud y precisión en
comparación con los estándares técnicos actuales comúnmente aceptados.
También debemos considerar la seguridad e
interoperabilidad de la solución y la correcta sostenibilidad del sistema y sus
componentes (sensores que se degradan, …).
·
Dimensión clínica
Incorpora a expertos en la materia clínica en el
desarrollo para analizar si la solución se basa en la evidencia y pautas
actuales que aseguren intervenciones digitales eficaces y probadas. Evalúa el
impacto en el resultado clínico, comparando con estándares relevantes de forma
análogo a la validación clínica utilizada para demostrar la eficacia en el
contexto de la investigación.
·
Dimensión usuario
Recoge la simulación en la población objetivo para
valorar la usabilidad y el desempeño de características básicas, y un
seguimiento post comercialización para detectar errores.
Debemos considerar también a nuestros pacientes
pluripatológicos al valorar la usabilidad de las soluciones que les proponemos.
Si debe manejar varias soluciones, será importante que tengan características
de usabilidad comunes y, en lo posible, integrables.
Dos características son esenciales en esta
dimensión: la confianza y la usabilidad.
a) La confianza
La existencia de muchas aplicaciones que ofrecen
cuidados no validados por expertos y que mejoran la situación del paciente,
hace que la confianza de las diversas partes interesadas en la salud digital
siga siendo baja.
Para mejorar la confianza en un producto de salud
digital deberíamos saber quién promueve y financia el desarrollo del producto
para saber con qué finalidad lo hace y quién y cuando firma los contenidos y
estrategias sanitarias en las que se basa para saber si dispone del
conocimiento necesario y si este está actualizado, pues pueden haber sido
superados por nuevas evidencias científicas.
b) La usabilidad
Siempre que hablemos de soluciones de salud
digital, debemos considerar como sus usuarios van a interactuar con ellas.
La usabilidad, junto con la relevancia clínica,
crea la oportunidad de impactar el compromiso del paciente y para ello la
solución debe:
Ø -Requerir un mínimo número de pasos para completar
las tareas esenciales.
Ø Ser fácil de aprender e intuitiva a través de una
navegación coherente.
Ø Ser agradable para el usuario, con uso de
iconografía reconocible y un cierto grado de control sobre las preferencias,
como el número de notificaciones que desea recibir.
·
Dimensión
financiera
Valora el coste real en recursos para la formación,
configuración, implementación y gestión de la solución y anticipa su impacto en
el resultado clínico.
La complejidad en estimar los costos viene de la
necesidad de incorporar consideraciones como los costos del ciclo de vida de la
tecnología y aquellos necesarios para integrar la tecnología en el flujo de
trabajo clínico.
Por otro lado, las implicaciones a largo plazo de
las mejoras de resultados son difíciles de calcular. El valor real puede
derivarse de un mayor compromiso con la salud personal, un mejor compromiso
entre el paciente y el médico o la satisfacción de ambos colectivos.
Cuantificar y medir estos ítems proporcionarán una imagen más completa de la relación
costo-beneficio, por lo que pacientes e instituciones sanitarias debemos exigir
esta evaluación para adoptar productos de salud digitales que mejoren los
resultados.
·
Dimensión de
sistema
Valida la integración de la solución propuesta en
los sistemas de atención, en los flujos de trabajo de los profesionales y en el
día a día de los pacientes. Es inviable seguir manteniendo y desarrollando
soluciones puntuales por tipo de patología, de paciente y servicio del centro.
·
Dimensión
regulatoria
Actualmente la supervisión reglamentaria es
limitada, restringida a un marco de supervisión de la salud digital centrado
principalmente en la seguridad del paciente.
El uso de tecnología sanitaria se está expandiendo
a áreas ambiguas desde una perspectiva regulatoria. Las indicaciones actuales
apuntan a un futuro en el que sólo una fracción de las tecnologías sanitarias
digitales estén sujetas a revisión regulatoria antes de su entrada en el
mercado y en el que la proliferación de soluciones no probadas, frustre a los usuarios
finales que buscan una forma de mejorar su bienestar o el autocontrol de
enfermedades.
Ejemplos
Tomando como
ejemplo las consultas virtuales, deberíamos analizar si la prescripción en las
visitas virtuales frente a las presenciales y valorar el grado de relación de
ambas con las guías vigentes y considerar si la virtualización del proceso
incrementa la accesibilidad, si esta accesibilidad incrementa el número de
visitas, y si esto es positivo o negativo. Por una parte, mejorar el acceso
ayuda a la comunicación. Pero, por otro lado, no poder evaluar el lenguaje no
corporal pueden dejar ocultos matices e implicar problemas para establecer
estrategias de salud. Es importante que nos adaptemos a las nuevas formas de
trabajar, y eso también supone una inversión en formación.
Gadgets en manos
de los pacientes (wearables y apps)
Por otro lado,
wearables y apps soportan el creciente acceso a información sanitaria por parte
del paciente y el registro de datos relacionados con la propia salud, como la
actividad, el sueño y el peso, están en la base del autocuidado que promovemos
desde el sistema sanitario.
En la otra cara de
la moneda encontramos que la monitorización excesiva de variables relacionadas
con la salud no se asocia con una mejora de resultados (menos cuando existen en
el mercado dispositivos con niveles de resultados inadecuados), que el exceso
de medición, alertas y avisos puede generar cansancio y estrés al paciente que
conlleve el abandono de su uso y finalmente que la dificultad en la elección de
una app puede llevar a que la selección se realice basándose en el marketing
más que en la evidencia, por lo que debemos potenciar la recomendación de apps
desde las consultas y la publicación de revisiones de apps orientadas al
paciente.
Conclusión
Las ventajas de la
salud digital son incuestionables (por ejemplo, durante la pandemia ha sido una
herramienta imprescindible). Sin embargo, a medida que se multiplica el número
y diversidad de soluciones, la necesidad de discriminar sistemática, objetiva y
rigurosamente las opciones que cumplen los requisitos especificados por los
diferentes agentes interesados se ha vuelto más importante.
Debemos exigir
productos de salud digitales interoperables, centrados en el impacto y que
demuestren la calidad de la solución más allá del marketing para que pacientes
y proveedores dispongan de herramientas con las que discriminar soluciones
clínicamente significativas.
Autor: Clara Grau Corral
Leído en New
Medical Economics
No hay comentarios.:
Publicar un comentario