Marina Simian, del Instituto de Nanosistemas de la
UnSam Crédito: Agencia TSS
La
mayoría de los ensayos pre-clínicos que actualmente se realizan en ratones
fracasan. En oncología, por ejemplo, solo el 5% de las drogas que entran a fase
1 termina siendo aprobada", dice la investigadora Marina Simian,
especialista en el desarrollo de nuevos tratamientos para el cáncer de mama
mediante el uso combinado de drogas tradicionales y nanotecnología en el Instituto
de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín (INS-UNSAM).
Simian advierte que, en el ámbito científico, se está reflexionando sobre cómo
invertir mejor los recursos y una posibilidad es reemplazar las pruebas en
animales por lo que se conoce como organoides, desarrollados con
células humanas, "porque se busca que sea lo más reproducible a nuestra
biología".
Estos
organoides (que también son denominados órganos en un chip, por el inglés organs
on a chip), son "una unidad funcional de un órgano, capaz de
reproducir en cultivo la estructura biológica y la función de su contraparte in
vivo", aclara Simian, y explica que el origen de estos organoides puede
ser múltiple: una pequeña parte de un órgano, células reprogramadas o células
embrionarias.
"Esto es una revolución: se da una conjunción entre el
fracaso del sistema actual y el descubrimiento de determinados métodos, tanto
de cultivos de células como de microfabricación. Es un momento en el que se
combinan todas estas cosas y se puede dar un paso hacia adelante", destaca
la especialista y advierte que el hecho de que se trate de estructuras en tres
dimensiones es fundamental en la investigación, ya que en la actualidad se
trabaja con células planas o en dos dimensiones, y la interacción entre ellas,
así como las reacciones que presentan frente a los tratamientos, son totalmente
diferentes cuando se las estudia de uno u otro modo.
Actualmente, existen dos métodos para "armar" estos organoides. Uno
de ellos es conocido como top down, que parte de biomateriales
sintéticos y células aisladas que se combinan para formar una estructura que
remeda o emula al órgano en miniatura. El otro método es el denominado bottom
up, mediante el cual se aprovecha la capacidad de auto-organización que
tienen las células. "En nuestro laboratorio trabajamos con esta última
metodología y esperamos más adelante poder trabajar en las top down, que
requieren un proceso más interdisciplinario", afirma Simian, que es
doctora en Ciencias Biológicas, y subraya que, junto con su equipo de alrededor
de diez especialistas, entre becarios e investigadores, lograron cultivar y
emular células tumorales de bioblastoma y de un tipo de cáncer de mama en
particular, junto con otras células del sistema inmune denominadas macrófagos,
que de algún modo protegen y ayudan al tumor a sobrevivir a los tratamientos
conocidos.
"Estamos empezando a tratarlos y a estudiar en detalle qué es
lo que pasa cuando les aplicamos distintos tipos de nanopartículas dirigidas,
que contengan medicamentos o material genético que permita reprogramar a los
macrófagos", explica Simian, que se desempeñó como becaria posdoctoral e
investigadora del CONICET en el Instituto de Oncología Ángel H. Roffo durante
más de diez años, y adelanta: "Ahora que están todas juntas, vamos a
tirarles nanopartículas que alteren o afecten específicamente a células del
sistema inmune, porque queremos ver si eso hace que desaparezca el tumor".
Laboratorios sin
ratones
El uso de ratones para la investigación en laboratorio ha
comenzado a ser cuestionado durante los últimos años, no sólo porque es un
método costoso y por el sufrimiento que implica para animales, sino también por
la confianza en los resultados que se obtienen a partir de ratones que viven en
bioterios totalmente asépticos. Por eso, la tendencia en el mundo es minimizar
el uso de estos animales en ensayos pre-clínicos y potenciar la investigación
con organoides.
En
este sentido, a fines del año pasado la FDA estadounidense firmó un acuerdo de cooperación con el
laboratorio Emule, para desarrollar este tipo de órganos en un chip.
"En Europa se están haciendo bancos de organiodes partiendo de tumores que
se operan en pacientes y, en vez de tirarlos, podrían disociarse, cultivarse,
formar pequeños tumores y congelarlos. Eventualmente, si se desarrolla una
nueva estrategia terapéutica, se los puede descongelar y probar en esas células
humanas", ejemplifica Simian y agrega que también se han visto casos en
los que se prueban medicamentos en los organoides, pero no se los puede usar en
pacientes porque todavía no están aprobados. "En lugares adonde la clínica
está muy cerca de lo básico pasa todo a la vez. Acá, estamos un poco más atrás
en poder armar ese tipo de centros, pero en algunas clínicas norteamericanas,
como Dana
Farber, está la paciente, la operan, le hacen la genómica, llevan el
tumor a los laboratorios que están en el subsuelo, disocian el tumor, lo
cultivan y hacen pruebas. está todo junto".
En
la Argentina, este tipo de investigaciones todavía se encuentra en una etapa
incipiente. No solo porque existen muy pocos grupos dedicados al tema, sino
también porque uno de los principales inconvenientes es el acceso a reactivos y
otros insumos necesarios para llevarlas a cabo, que son muy costosos y tardan
en arribar a los laboratorios locales. Algo similar ocurre en otros países de
la región, como Brasil, adonde "tuvieron que hacer un salto un poco más
acelerado para la investigación en Zika, que se hizo en organoides de
cultivo", recuerda Simian, quien propone "pensar en qué tipo de
inversión queremos hacer como país en este tema y ver si podemos lograr una
investigación básica más exitosa, porque lo que queremos como investigadores y
biólogos que trabajamos en tratamientos es que lo que nosotros imaginamos
termine en la clínica".
Por: Vanina Lombardi
Leído en La Nación
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