Unos investigadores han creado los que podrían ser los robots más
pequeños hasta la fecha de entre todos los que son capaces de detectar su
entorno, almacenar datos y llevar a cabo tareas de computación. Estos nuevos
dispositivos, que tienen el tamaño aproximado de un óvulo humano, consisten en
diminutos circuitos electrónicos hechos de materiales bidimensionales (o sea,
con un grosor de 1 átomo o poco más), combinados con unas partículas minúsculas
llamadas coloides.
Los coloides, que son partículas o moléculas insolubles cuyo tamaño va
de una milmillonésima a una millonésima de metro, son tan pequeños que pueden
permanecer indefinidamente suspendidos en un líquido o incluso en el aire.
Emparejando estos objetos diminutos con una circuitería compleja, el equipo de
Michael Strano y Volodymyr Koman, del Instituto Tecnológico de Massachusetts
(MIT), en Cambridge, Estados Unidos, espera poner las bases para unos
dispositivos que puedan ser dispersados a fin de realizar viajes de diagnóstico
por el interior de cualquier cosa, desde el sistema digestivo humano hasta las
tuberías de gas y petróleo, o quizá incluso flotar a través del aire para medir
compuestos dentro de una cámara de procesamiento químico o una refinería.
Si bien otros grupos han trabajado en la creación de dispositivos
robóticos de un tamaño diminuto similar, su énfasis ha estado en desarrollar
formas de controlar el movimiento, por ejemplo, mediante la reproducción de los
flagelos parecidos a colas que utilizan algunos organismos microbianos para
propulsarse. Pero Strano sugiere que esta filosofía de diseño podría no ser la
más provechosa, dado que los flagelos y otros sistemas de movimiento celular
son utilizados principalmente para el posicionamiento a escala local, en vez de
para el transporte a distancias significativas. Para la mayoría de los
objetivos científicos, es más importante aumentar la cantidad y la complejidad
de las funciones ejecutables por tales dispositivos que incrementar su
capacidad de desplazarse a grandes distancias.
Los robots diminutos hechos por el equipo del MIT están autoenergizados,
y por tanto no requieren una fuente de energía externa ni tan siquiera baterías
internas. Un sencillo fotodiodo proporciona la escasísima electricidad que los
circuitos de tales robots necesitan parta energizar sus circuitos de memoria y
computación. Eso es suficiente para permitirles obtener información de su
entorno, almacenarla en su memoria, y hacer posible la extracción de esos datos
tras completar su misión.
Estructura básica de robot tan
pequeño como una célula. (Imagen: cortesía de los investigadores)
Tales robots se podrían utilizar para obtener dentro del cuerpo humano
datos clave con los que detectar y diagnosticar una enfermedad, por ejemplo
para circular por el tubo digestivo en busca de señales de inflamación u otros
indicadores de problemas de salud.
Otras aplicaciones de estos robots estarían en la industria del gas y
del petróleo. Actualmente, la principal forma de comprobar escapes u otros
problemas en los conductos es tener a un equipo moviéndose físicamente a lo
largo del trazado de las tuberías para inspeccionarlas con instrumentos caros.
En principio, los nuevos robots podrían ser insertados en un extremo del
oleoducto, dejarse llevar por el flujo, y después ser retirados en el otro
extremo, proporcionando un registro de las condiciones que encontraron por el
camino, incluyendo la presencia de sustancias que pudieran indicar la ubicación
de puntos problemáticos.
Leído en NCyT
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