Una sencilla lección para entender el giro de guion que tu organización necesita.
En un valle próspero pero
caótico, había un río llamado Flujo. Durante años, el río llevaba agua
desde la montaña hasta la aldea sin seguir ninguna lógica aparente. A veces
avanzaba rápido, a veces lento, a veces se desbordaba y otras veces no llegaba
ni a mojar las cosechas.
Los aldeanos vivían adaptándose
al desorden, celebrando cada día que el agua llegaba y culpando al clima
cuando no. Habían normalizado la improvisación: “Aquí siempre ha sido así”,
decían orgullosos, como si el caos fuera un escudo de identidad.
Un día llegó a la aldea un
ingeniero llamado Proceso, un hombre de mirada sabia y futuro en la
cabeza. Tras observar el desorden del río, preguntó:
-¿Y por qué permitís que vuestro
principal recurso vaya por dónde quiere?
Los aldeanos se encogieron de
hombros.
-El río es así. Hace lo que
puede.
Proceso sonrió como quien ya ha
visto este capítulo demasiadas veces.
-No. El río hace lo que le
dejáis.
Sin pedir permiso (porque las
buenas transformaciones rara vez lo hacen), Proceso siguió el recorrido del río
y detectó sus problemas: Desvíos innecesarios, obstáculos antiguos nunca
retirados, rocas que nadie sabía por qué estaban ahí y recodos que no aportaban
nada, pero costaba horrores eliminarlos “porque siempre han estado”.
Reunió a los aldeanos y les
explicó:
-Si ordenamos el cauce, si
eliminamos lo que no suma y optimizamos el flujo, vuestro río será predecible,
eficiente y útil. Dejaréis de sobrevivir al día a día… y empezaréis a
dirigirlo.
Algunos desconfiaron: -¿Y si al
cambiarlo todo perdemos lo poco que funciona?
-Peor es seguir dependiendo de la
suerte, respondió él sin pestañear.
Convencidos por su firmeza, le
siguieron. Durante semanas, trabajaron juntos: limpiaron el cauce, eliminaron
rocas inútiles, diseñaron rutas claras, pusieron señalización, construyeron
canales complementarios y establecieron puntos de control para anticipar
desbordes.
Cuando terminaron, el río Flujo
ya no era un capricho de la naturaleza. Era un sistema vivo, ordenado y
adaptable.
Por primera vez, el agua llegó
siempre a tiempo, en la cantidad correcta, con menos esfuerzo y más impacto.
Las cosechas crecieron, la aldea prosperó y todos lo celebraron como un
milagro… aunque en realidad fue pura Gestión Por Procesos (BPM).
Tiempo después, un joven preguntó
a Proceso:
-¿Cómo lograste que todo
cambiara?
Él respondió:
-El truco no fue cambiar el
río… sino cambiar la mentalidad de quienes vivían de él. Donde hay caos, muchos
ven destino. Yo solo veo un proceso mal diseñado.
El joven sonrió, entendiendo por
fin que el orden no limita: libera.
Moraleja
Las organizaciones no
fracasan por falta de talento, sino por flujos mal encauzados. Cuando dejamos
de reaccionar y empezamos a diseñar cómo queremos que fluya el trabajo, dejamos
atrás el azar y abrazamos el verdadero poder de la disciplina de la Gestión Por
Procesos (BPM- Business Process Management): convertir la improvisación en
ventaja y la innovación en hábito.
Por Pedro
Robledo BPM , Director Académico del Máster
Universitario en Dirección de Procesos Estratégicos en UNIR (https://lnkd.in/d9q3VNse)

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