Están permitiendo descubrir los sistemas de auto
regulación y de liberación de los traumas a través del cerebro
Nos encontramos
inmersos en la revolución de las Neurociencias, las ciencias que estudian el
cerebro, su funcionamiento y la relación con nuestros comportamientos. Estos avances se están aplicando a un gran número de
campos como son: la educación, el marketing, la economía, la política y también
en el ámbito de la práctica psicoterapéutica. La Organización Mundial de la
Salud recomienda el uso de terapias que parten de estos descubrimientos
neurocientíficos para casos de catástrofes naturales, atentados terroristas o
conflictos bélicos. Ana Farré y Oriol Lugo (*).
El gran crecimiento
de las Neurociencias tiene una base en el interés cada vez más presente de las
enfermedades mentales, los accidentes cerebrovasculares y los trastornos
psiquiátricos en nuestra sociedad.
El aumento del número
de personas que sufren de Alzheimer, Parkinson, ictus, demencias u otros
trastornos psiquiátricos como la depresión o la ansiedad, está impulsando una
mayor investigación sobre el cerebro y sobre nuevas vías de trabajo y tratamiento.
Las Neurociencias nos
permiten poder comprender mejor como están configurados los distintos
trastornos y accidentes cerebrales, las áreas de afectación y los mecanismos de
recuperación y rehabilitación, y este conocimiento puede emplearse en la práctica
clínica con el nacimiento de nuevos tipos de metodologías y técnicas de
psicoterapia.
El intercambio de
información entre los centros de investigación, hospitales y la práctica
clínica privada están cambiando la manera de trabajar de los propios psiquiatras
y psicólogos clínicos, ya que se está permitiendo que el conocimiento teórico
pueda tener aplicaciones prácticas en las sesiones clínicas y un mayor flujo de
la información.
Estas prácticas
reciben el nombre de Terapias Neurocientíficas o de reprocesamiento, ya que
permiten efectuar cambios en las estructuras cerebrales que están implicadas en
la activación y regulación emocional (sistema límbico), en el almacenamiento de
la memoria (hipocampo), y en la asociación de los recuerdos y su significado (áreas
de la corteza cerebral). Su actuación facilita la desensibilización de las
emociones y la reprocesamiento, es decir, la reorganización y reconexión de los
recuerdos de una manera más funcional y adaptativa.
La terapia más
estudiada y que aporta más evidencias científicas es la del EMDR
(“Desensibilización y Reprocesamiento a través de los Movimientos Oculares”).
Liberando
traumas siguiendo el movimiento
El funcionamiento del
EMDR se basa principalmente en la emulación de los movimientos de la fase REM (“Rapid
Eye Movement”). Con esta
metodología el psiquiatra o psicólogo pide al paciente que siga sus dedos en
horizontal, mientras piensa en el recuerdo o la escena perturbadora (situación
que genera estrés, malestar o disfuncionalidad). El efecto que produce esta
acción es la relajación de la señal de activación en la amígdala (sistema
límbico).
Esta metodología fue
creada por la Dra. Francine Shapiro, y se sustenta en la
“Teoría del procesamiento de la información”, la cual afirma que los traumas o
las experiencias perturbadores dejan una huella en nuestra memoria, como un
sistema de supervivencia del organismo (aprendizaje de la experiencia). Y
añade, que estos recuerdos estresantes pueden ser la causa de un gran número de
problemáticas y trastornos psiquiátricos en el presente como serían los ataques
de pánico, depresiones o fobias, por poner algunos ejemplos.
A través del trabajo
con los movimientos oculares y con la estimulación bilateral, se facilita que
las sensaciones corporales y la activación emocional pierda intensidad
(desensibilización), y que puedan generarse nuevas conexiones sinápticas más
funcionales (reprocesamiento). Este elemento es clave a la hora de demostrar la
existencia del crecimiento postraumático, factor clave que se halla en la
superación de los traumas o de las experiencias dolorosas del pasado, y que
también se sustenta en los descubrimientos sobre la neuro plasticidad.
Según las
investigaciones de Shapiro, los recuerdos se almacenan asociándose entre sí, de
manera que lo que nos ocurrió en el pasado puede estar aun afectándonos e
influyendo en nuestro presente. Por ejemplo, las fobias pueden ser explicadas
como un aprendizaje en el pasado.
Los recuerdos almacenados
pueden ser accesibles con la intención de poder desensibilizarlos y
reprocesarlos a través de las técnicas de la misma metodología y con el
protocolo de actuación de 8 fases del EMDR.
Su efectividad se
demuestra a partir de los estudios de neuroimagen, a través de los cuales se ha
podido apreciar que después de un proceso con EMDR en casos de TEPT (“Trastorno
por Estrés Postraumático”), la amígdala mostraba un funcionamiento más regular
y como el hipocampo podía recuperar su tamaño habitual, pese haber sufrido una
gran atrofia.
Las Terapias
Neurocientíficas o de reprocesamiento, como es el caso del EMDR, nos muestran
la interacción existente entre el campo de las Neurociencias y la práctica
clínica de la Psicología.
Aún faltan más
estudios para poder acabar de dar a conocer la efectividad de estas prácticas,
pero ya hay organismos internacionales que están abogando por su uso como son:
la OMS (Organización Mundial de la Salud), la APA (“American Psychiatric
Association”), o diversas asociaciones de veteranos de guerra de Estados
Unidos.
(*) Ana Farré y Oriol
Lugo son psicólogos, expertos en Terapias Neurocientíficas. Además, son
investigadores en la facultad de Psicología de la Universidad Ramon Llull -
Blanquerna. Son co-directores del OWL INSTITUTE, centro pionero en España en el
trabajo y estudio de las Terapias Neurocientíficas.
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Leído en
Tendencias 21.
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