Muchos de los cambios que necesitamos son estructurales y requieren procesos de transformación prolongados. Sin embargo, algunos de ellos pueden conseguirse con acciones relativamente más simples.
Mucho se habla en la actualidad de la
impostergable necesidad de integrar nuestro fragmentado Sistema de Salud.
Niveles de cobertura, modelos de financiamiento, sustentabilidad
presupuestaria, modelos prestacionales: son solo algunos de los debates y
desafíos que enfrentamos en el campo de la salud. Sin embargo, estos debates
tan “macro” no deben hacernos perder de vista el verdadero eje de esta
discusión que es la vida cotidiana de las personas y cómo acceden al cuidado de
su salud.
Muchos de los cambios que necesitamos
son estructurales y requieren procesos de transformación prolongados. Sin
embargo, algunos de ellos pueden conseguirse con acciones relativamente más
simples donde la tecnología tiene un rol central.
Analicemos un ejemplo concreto y muy
simple: si una persona tiene un accidente en la vía pública, y sufre por
ejemplo una fractura, seguramente será asistido en primera instancia por el
sistema público de emergencia y trasladado a un hospital público, ya sea
municipal, provincial o nacional. En esa institución se le realizarán al
paciente los estudios complementarios necesarios para realizar el diagnóstico y
tratamiento de emergencia.
Luego, en el caso de que la persona
cuente con otra cobertura además de la pública, se solicitará su derivación a
otro prestador, habitualmente de gestión privada. Allí se volverán a hacer
probablemente los mismos estudios, lo que constituye un gasto innecesario. Al
mismo tiempo, cuando esa persona se recupere y vaya a su control es también muy
probable que no tenga acceso a esos estudios. Como este ejemplo, abundan otros
de cómo cada uno de nosotros va perdiendo su información médica a lo largo del
tiempo. En resumen, la fragmentación no solo produce un gasto innecesario para
el sistema en su conjunto, sino que las personas pueden terminar no contando
con información esencial sobre su salud.
La gestión de los datos personales de
salud -la historia clínica o ficha de consumo- debe entonces convertirse en una
prioridad para ser abordada en el corto plazo por todos los actores del
sistema, sean prestadores o financiadores. ¿A qué debemos aspirar? A que los
sistemas dialoguen y los estudios complementarios o cualquier acto médico estén
disponibles para ser evaluados en cualquier prestador. Sin embargo, podemos
comenzar con un paso previo: hacer disponible la información para cada
individuo, y que sea él o ella quien la transporte y la utilice. Son múltiples
los ejemplos desde el subsistema público y privado de que ello es posible.
En Argentina conviven la cobertura
pública, la privada y de la seguridad social, muchas veces superponiéndose y
con ausencia de coordinación y articulación, tanto en lo prestacional como en
el financiamiento. En este contexto, es necesario que los distintos actores del
sector de la salud se pongan de acuerdo para repensar la gestión de los datos
de los pacientes de manera simple, ágil, rápida y eficiente. Debemos tener un
horizonte a alcanzar y al mismo tiempo cumplir metas más cercanas.
Actualmente los avances tecnológicos
y la gestión de los datos -como input fundamental para la toma de decisiones-
son herramientas que pueden impulsar la integración del sistema de salud. La
tecnología está al servicio de la salud y todos los actores debemos ser parte
de la digitalización con la mirada puesta en las necesidades de las personas.
¿Quién dará el primer paso?
CEO de Traditum, especialista en tecnología y salud
Fuente: C5N
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