(Viktor Koen)
Cada uno de nosotros tiene una “huella de olor” singular conformada por miles de
compuestos orgánicos. Estas moléculas dan un dejo olfativo de quiénes somos, y
revelan nuestra edad, genética, estilo de vida, ciudad de residencia —incluso
los procesos metabólicos que subyacen en nuestra salud.
Los practicantes médicos griegos y chinos de la antigüedad usaban el aroma de un
paciente para hacer diagnósticos. La investigación moderna también confirma que
el olor de la piel, el aliento y los fluidos corporales de alguien pueden
indicar una enfermedad. El aliento de los diabéticos a veces huele a manzanas
podridas, reportan expertos; la piel de los pacientes con tifoidea, a pan
horneado.
Pero no todos los médicos tienen una nariz que es un instrumento de precisión, y
los perros, aunque ases para detectar el cáncer con el olfato, se distraen. Así
que los investigadores han tratado de descubrir la forma de crear un sensor de
olores a bajo costo para diagnósticos rápidos, confiables y no invasivos.
El campo finalmente parece estar acariciando el éxito.
Owlstone, fabricante de sensores químicos en Cambridge, Inglaterra, recaudó 23,5
millones de dólares para poner su tecnología de análisis de olores en las manos
de los médicos clínicos. Y el Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña está
financiando una prueba clínica para probar el sensor de Owlstone a fin de
diagnosticar el cáncer de pulmón. El sensor es un chip de silicio que contiene
capas metálicas y minúsculos electrodos de oro que funciona como un filtro
químico.
Las moléculas en una muestra de olor primero son ionizadas —se les imparte una
carga— y luego se usa una corriente eléctrica para mover sólo sustancias
químicas de interés diagnóstico por los canales grabados en el chip, donde
pueden ser detectadas.
“Puedes programar lo que quieres detectar olfativamente simplemente al cambiar
el software”, dijo Billy Boyle, cofundador de Owlstone. “Podemos usar el
dispositivo para nuestras propias pruebas del cáncer colorrectal, pero también
puede ser usado por nuestros socios para buscar otras cosas, como el síndrome
del intestino irritable”.
Una tecnología diagnóstica similar está siendo desarrollada por un ingeniero
químico israelí, Hossam Haick.
Su máquina emplea sensores compuestos por nanopartículas de oro o nanotubos de
carbono. Están cubiertos de ligandos, receptores moleculares que tienen una alta
afinidad por ciertos biomarcadores de enfermedades hallados en el aliento
exhalado.
Cuando estos biomarcadores se adhieren a los ligandos, las nanopartículas y los
nanotubos se inflan o se encogen, cambiando el tiempo que se tarda para que una
carga eléctrica pase entre ellos. Este aumento o pérdida de conductividad se
traduce en un diagnóstico.
Gracias a la inteligencia artificial, la máquina mejora con cada exposición su
capacidad de diagnosticar. Haick y otros publicaron un estudio en diciembre
mostrando que su nanodisposición artificialmente inteligente podía distinguir
entre 17 enfermedades diferentes con una precisión de hasta un 86 por ciento.
En Estados Unidos, investigadores del Centro Monell de Sentidos Químicos y la
Universidad de Pennsylvania trabajan en un sensor de olores que detecta el
cáncer de ovarios en muestras de plasma sanguíneo.
El equipo escogió el plasma porque tiene menos probabilidades que el aliento o
la orina de estar corrompido por factores como la dieta o las sustancias
químicas ambientales, entre ellos los productos de limpieza o la contaminación.
En lugar de los ligandos, sus sensores dependen de fragmentos de ADN de cadena
sencilla para hacer el trabajo de adherirse a las partículas de los olores.
Por
KATE MURPHY
Leído Diario Clarín
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