Investigadores de la CNEA trabajan en el desarrollo de un sistema basado en un proceso de gasificación por plasma para tratar desechos provenientes de centros de salud. Este método reduce el riesgo de contaminación en el ambiente, requiere bajos costos de instalación y produce un efluente que puede ser usado como fuente de energía.
Agencia TSS – La
pandemia desencadenada por el virus SARS-CoV-2 provocó un aumento
exponencial en la generación y acumulación de residuos hospitalarios. Estos
desechos son clasificados como peligrosos, ya que su incorrecta disposición
final puede causar daños a la salud humana o contaminar el ambiente. Por eso,
necesitan un tratamiento especial como la esterilización por vapor o la
incineración. Sin embargo, estos métodos suelen requerir pasos intermedios como
tener que separar los desechos (implicando una mayor manipulación) o recorrer
largos trayectos hasta llegar a la planta de tratamiento.
Con el objetivo de brindar una solución
alternativa, investigadores del Centro Atómico Bariloche,
perteneciente a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CAB–CNEA),
trabajan en el desarrollo de un sistema de gasificación por plasma para tratar
residuos hospitalarios de forma más segura y eficaz. El objetivo es fabricar un
dispositivo que pueda instalarse en hospitales y otros lugares generadores de
residuos peligrosos para minimizar el volumen, la manipulación y el traslado de
los mismos. Además, el efluente obtenido luego del proceso puede aprovecharse
como fuente de energía.
“Cuando empezó la pandemia vimos que
la generación de residuos hospitalarios estaba aumentando mucho y pensamos que
el proceso de gasificación por plasma, en el que nosotros veníamos trabajando
desde hace unos años, podía ser una solución al problema. Hay algunos residuos,
como restos de comida, papeles y ciertas telas, que son similares a los
domiciliarios y no necesitan un tratamiento especial. Pero hay otros que sí lo
requieren, como jeringas, telas contaminadas, medicamentos y otros elementos
descartables usados en este ámbito”, explica a TSS el
ingeniero químico Franco Benedetto, investigador del CAB y líder del proyecto.
Este desarrollo fue uno de los
seleccionados por la Agencia Nacional de Promoción de la
Innovación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia
I+D+i) para competir en el Concurso Innovar, organizado cada año por el
Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. Este año, todos
los proyectos presentados debían tener relación con la temática de COVID-19 y
los seleccionados pueden ser votados por el público en este enlace.
El sistema consiste en una cámara de gasificación
donde se genera el flujo de plasma. Allí se ingresan los residuos sólidos a ser
tratados. Foto: Gentileza Franco Benedetto.
Benedetto y su equipo comenzaron a
investigar en el uso de plasma en 2014 aunque, en aquella instancia, el
principal objetivo era obtener un método para tratar residuos radiactivos. Así,
realizaron capacitaciones en otros países más avanzados en el tema, como
Sudáfrica y Rusia, y conocieron diversos casos (todos experimentales) en los
que se utilizaba esta tecnología para tratar también otros tipos de residuos,
como domiciliarios, industriales y hospitalarios.
Aparte de los estados sólido, líquido
y gaseoso, existe un cuarto estado de agregación de la materia llamado plasma.
Básicamente, se trata de un gas a altas temperaturas en el que conviven
partículas cargadas y neutras, y que tiene la capacidad de conducir la
electricidad. Un caso típico de formación de un plasma en la naturaleza es lo
que produce un rayo generado por una tormenta eléctrica.
“Este método tiene varias ventajas.
En primer lugar, no requiere separar los residuos, como sí sucede con otros
procesos donde hay que separar metales, plásticos y desechos orgánicos. Esto
minimiza el contacto de las personas involucradas en el manejo de los residuos.
Otra ventaja es la reducción del volumen. Los residuos orgánicos pasan a estado
gaseoso y los inorgánicos y metales se convierten en un sólido mucho más
pequeño, que deja de ser peligroso y se puede desechar como cualquier otro
residuo”, señala Benedetto.
Una tercera ventaja es que el gas
sintético que se obtiene luego del proceso tiene potencial de uso como fuente
de energía. “Se puede usar para mover motores de combustión o para generar
compuestos como alcohol y metanol. En algunos países como Sudáfrica, que no
tienen fuentes de gas natural o petróleo, utilizan procesos equivalentes al
plasma para generar este tipo de combustibles”, cuenta el ingeniero.
Los
resultados obtenidos fueron muy buenos, ya que lograron una tasa de reducción
de volumen del 90 al 95%, obteniendo un residuo remanente que tiene un aspecto
entre cenizas y un sólido vítreo. Foto: Gentileza Franco Benedetto.
A nivel internacional, la mayoría de
las iniciativas están enfocadas en construir grandes plantas de tratamiento de
residuos. En cambio, la propuesta de los investigadores de la CNEA es que
fabricar plantas modulares a pequeña escala. De esta manera, el costo de
instalación, operación y repuestos sería mucho más bajo. Además, al ser más
pequeños, permite colocarlas in situ, es decir, en un recinto dentro de los
mismos donde se generan los residuos peligrosos, evitando la circulación de los
mismos y los riesgos que esto conlleva.
El sistema consiste en una cámara de
gasificación donde se genera el flujo de plasma. Allí se ingresan los residuos
sólidos a ser tratados. “Las moléculas orgánicas de los residuos se
desintegran a la mínima expresión, que son sus átomos. De esta manera, el
residuo pasa a un estado gaseoso y se genera el gas de síntesis que puede
reutilizarse como fuente de energía. Por otra parte, los componentes
inorgánicos del residuo, como pueden ser metales o arena, se funden en un
material vítreo de mucho menor volumen, que deja de ser peligroso”, indica
Benedetto.
Cuando comienza a operar el sistema,
se requiere de una hora de precalentamiento antes de iniciar el proceso y luego
puede operar de forma continua. Actualmente, los investigadores están
trabajando con un prototipo a escala de laboratorio, que tiene capacidad para
tratar alrededor de medio kilo de residuos por hora. La idea es llevarlo a una
escala piloto un poco mayor, que sería la definitiva. “Estamos pensando en algo
que permita tratar unos cinco kilos por hora”, dice el ingeniero. No apuntan a
procesos más grandes porque pretenden que se pueda instalar en espacios como un
contenedor, por ejemplo.
Benedetto dice que cualquier persona
calificada en operaciones industriales podría capacitarse para operar una
planta de este tipo. “No hay problemas de seguridad. Si todavía no se ha
establecido esta tecnología a nivel comercial es más que nada por un tema de
costos porque se está pensando en plantas demasiado grandes. Los riesgos serían
los mismos que en cualquier proceso industrial y, si uno piensa que lo que está
tratando es un residuo peligroso, es mucho más riesgoso el residuo que estamos
tratando que el proceso que se maneja para tratarlo”, afirma.
Hasta el momento, para realizar las pruebas,
los investigadores utilizaron residuos “simulados”, es decir, residuos comunes
a los que les agregaron elementos metálicos o los mezclaron con un fluido
biológico simulado. Los resultados obtenidos fueron muy buenos, ya que lograron
una tasa de reducción de volumen del 90 al 95%, obteniendo un residuo remanente
que tiene un aspecto entre cenizas y un sólido vítreo. Ahora, seguirán
optimizando el proceso para que todo el residuo remanente sea un material
vítreo.
“Nuestro objetivo principal es
realizar la investigación y desarrollo para comprender el proceso. Cuando esté
finalizado, la idea sería transferir la tecnología a diferentes instituciones o
empresas generadoras de residuos peligrosos para que puedan implementar el
proceso. De esta forma, además de generar beneficios para la salud y para el
ambiente, las instituciones se evitarían el pago del canon por generar residuos
peligrosos, así como la contratación de empresas tercerizadas para
procesarlos”, finaliza Benedetto.
Por Nadia Luna
Fuente: Agencia
TSS
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