Nadie
está exento de padecer una enfermedad, incluso los propios médicos. A TU SALUD
ofrece el testimonio de cinco profesionales que han sufrido, en primera persona,
la patología que tratan a diario en sus consultas. Su experiencia personal les
ha servido para comprender mejor a su paciente, conectar con él de una manera
bidireccional y ayudarse mutuamente
Resguardados tras una bata blanca y un fonendoscopio se enfrentan cada día a la
enfermedad. Están acostumbrados al olor a hospital, a las retahílas de fármacos,
a los largos tratamientos... Sin embargo, para un médico nada de esto es
suficiente cuando la vida da un vuelco y decide convertirle en paciente, uno
toma conciencia de que todo se ve diferente. Ser paciente permite a un médico
ponerse en el lugar de las personas que trata en su día a día. No ver los toros
desde la barrera es una experiencia, cuanto menos interesante. Los médicos toman
conciencia de ser vulnerables y les permite ser más comprensivos con los
sentimientos y las expectativas del otro. Del mismo modo que el paciente se da
cuenta de que la enfermedad puede ser una lotería. Le toca a una persona de «a
pie», pero también al médico que la ve a diario en su consulta.
Por
ello, A TU SALUD ofrece cinco testimonios de profesionales médicos que han
estado al otro lado de la mesa de la consulta. Y es que padecer la misma
enfermedad que los pacientes que tratan diariamente en su centro de trabajo como
es el caso de Silvia, Joaquín, Pilar, Cristina y Juan, no ha supuesto para estos
expertos ninguna desventaja, sino todo lo contrario. Sin que sea buena idea
estar enfermo para conectar con el paciente, «hay que aprovechar que te ha
tocado vivir en tus carnes una enfermedad, del modo que tu ayudas a tus
pacientes de la misma manera que ellos te ayudan a ti», explica Joaquín Durán,
neumólogo que padece apnea del sueño.
Coinciden en que la experiencia no ha cambiado su trato con el enfermo, su día a
día profesional. Sin embargo, sí que «haber vivido la experiencia desde el otro
lado» hace comprender mejor al paciente y ayuda a ponerse mejor en su piel. Como
le pasaba a Silvia Sánchez, alergóloga con dermatitis atópica, quien quizá
«pasaba por alto pequeños síntomas de la enfermedad», como el picor del paladar.
Algo que consideraba una tontería, hasta que lo sufrió en primera persona.
Síntomas que estos médicos sufren hoy en día, pero cuyos pacientes les han
estado explicando en las consultas desde hace años.
Silvia Sánchez García
Médico
adjunto del servicio de Alergología en el Hospital Universitario Infantil Niño
Jesús de Madrid. Sufre alergia al polen, a los ácaros y a los hepitelios de
animales.
Escogí
la especialidad de alergología sin ser alérgica, solamente porque aunaba dos
cosas que me llamaban la atención: las enfermedades respiratorias y la
investigación. Pero al final ha sido el destino. Entiendes a los pacientes mucho
mejor, ésa es la diferencia que hay a la hora de tratarlos desde no ser alérgica
a luego padecerla. Había cosas a las que antes no daba importancia, como el
picor del paladar, algo que te cuentan todos los días en la consulta. Y yo lo
empecé a tener el año pasado. ¡Guau, qué diferencia! Esto es un picorcito de
nada, te aguantas y ya está, pero se pasa mal. Y ahora lo sé. Siempre digo que
yo lo veía desde el otro lado de la mesa. Soy alérgica al polen, a los ácaros y
a los epitelios de animales desde hace cinco años. Pude ser alérgica antes, pero
no me lo habían diagnosticado y nunca había ido al alergólogo. Notaba catarros,
mucha rinitis, estornudos, pero pensaba que era catarro. Fue al desplazarme a
Madrid cuando empecé a tener síntomas muy concretos de la primavera. ¡Caray!
Esto es lo que estoy preguntando todos los días en la consulta y ahora me esta
pasando a mi. Los pacientes me han ayudado a diagnosticarme, porque todas las
cosas que yo estoy sufriendo me las están contando ellos desde hace muchos años.
Es curioso porque las preguntas que yo les hacía a los pacientes y las
contestaciones que me daban, ahora soy yo la que me pregunto y respondo. Y el
año pasado debuté con asma. La primera vez que necesité un broncodilatador tuve
dudas sobre si seguí los pasos o si lo hice bien. Es mi especialidad, lo explico
todos los días, pero todavía tengo dudas. ¡Qué no le pasará al paciente!
Joaquín Durán-Cantolla
Jefe
de Servicio de Investigación en el Hospital Universitario Araba. Sufre apnea del
sueño.
Casi
cuarenta años de carrera médica relacionada con la neumología y el tema del
sueño , mi diagnóstico tuvo que ser casual. Lo cual evidencia que si esto le
pasa a un médico, más aún a uno especializado en sueño, es entendible que más
del 90% de la población con apnea del sueño –un trastorno común en el que la
persona que lo sufre hace una o más pausas en la respiración o tiene
respiraciones superficiales durante el sueño– esté sin diagnosticar. Normalmente
en mi servicio solemos probar los equipos a la hora de adquirirlos, pero hasta
hace siete años yo no había sido partícipe de ello. En ese momento, se evidenció
que tenía un número de apneas importante. Pero pensé que era un error puesto que
no notaba síntomas, aunque empezaba a tener datos de hipertensión y era
roncador, aspectos que contribuyen a su aparición. Por entonces, padecía
sobrepeso así que adelgacé, lo que aconsejo a mis pacientes, y perdí 20 kilos,
lo que permitió bajar mi número de apneas en más del 50 por ciento. Cuando pasas
una enfermedad estás en unas condiciones mejores para comprender al paciente que
padece la misma enfermedad, al mismo tiempo que les transmites tranquilidad.
Pero es una capacidad empática bidireccional. El médico se pone al mismo nivel
que el paciente, lo que forma un apoyo mutuo con quien compartir opiniones y
experiencias y sentirte comprendido. Aunque me trato a mí mismo, sí es
aconsejable que los médicos pongamos nuestro caso en conocimiento de otro
profesional, porque está desprovisto de los temas emocionales, algo importante a
la hora de tomar decisiones.
Cristina Eguren
Dermatóloga
del Hospital Infanta Leonor de Madrid, de la Academia Española de Dermatología y
Venereología (AEDV) y de la Clínica Eguren. Padece dermatitis atópica.
La
dermatitis atópica es una de las enfermedades dermatológicas más prevalentes en
mi consulta. Yo la veo, la trato y la padezco desde mi infancia. Pero no escogí
esta especialidad por mi caso, aunque indudablemente padecerla me ha servido
para entender cada caso mejor y tratarlos en consecuencia. Ver que el médico
también lo padece a mis pacientes los ayuda a entender que, aunque es una
enfermedad crónica que no tiene cura, sí se puede vivir bien si se tratan los
brotes y se lleva un tratamiento de mantenimiento. Y el ejemplo soy yo. Tengo
dermatitis atópica y no me puedo curar, pero conocer mi caso hace que se sientan
identificados. Puede resultar curioso, pero ver que su médico lo padece los
ayuda a aceptar su situación. Ser médico y paciente a la vez hace que entiendas
por lo que pasan: el picor, las molestias que produce...y que es mucho mejor
tratarse que aceptar todas las consecuencias que conlleva. Si tiene mucho picor,
no duerme bien; si no duerme bien, está cansado, y por tanto no rinde igual.
Algo que yo he vivido de pequeña, al igual que mis tres niños pequeños. Otro
ejemplo que les hace entender que los comprendes. Que tú también pasas por eso
en tu día a día. Una situación que me permite ver todo el espectro de la
enfermedad, desde los dos lados de la mesa. Yo ya sé perfectamente qué crema me
gusta más, cuál menos, conozco la más rápida o la que huele mejor. Cuando pauto
un tratamiento, sé exactamente qué estoy recetando, porque yo lo he probado
antes en mi piel. Aunque hay veces que los pacientes son los que me dan consejos
que les han servido para aliviar los picores. Es una ayuda mutua.
Pilar Morales
Reumatóloga
en el Complejo Hospitalario Universitario de Granada. Sufre artritis psoriásica.
Hace
diez años, tras mi primer embarazo, me apareció la artritis psoriásica. Tenía
dolores en las articulaciones e hinchazón en los dedos de la mano. El saberlo y
tener que tomar la decisión de empezar a tratarme me hizo retrasarme tres años.
Esperas que sea una reacción que se vaya con el paso del tiempo porque, cuando
te afecta, te das menos importancia que a lo mejor cuando estás delante de un
paciente. Al principio intenté tratarme yo misma, pero acaba siendo imposible.
Aún así, no sé cómo soy como médica, pero desde luego de paciente soy malísima
(me hago la analítica cuando me parece y no cuando me toca, o me salto un poco
la medicación, a pesar de saber que me la tengo que poner cada 14 días). Una
postura algo curiosa porque con mis pacientes soy muy metódica. Aunque no sé si
luego lo llevarán a cabo, insisto en lo que tienen que hacer para mejorarse;
todo lo contrario a lo que yo hago, por lo que me sorprende la diferencia entre
cuando eres paciente y cuando eres el médico. Aunque no me faltaba, ahora tengo
más empatía con mis pacientes porque no es que te pongas en su lugar, es que
estás en su lugar. Pasa que hay síntomas, como la astenia o el levantarse con
dolores, a los que no le das importancia hasta que los padeces. Y el sufrirlos
te permite tener más facilidad para hablar con los pacientes. Es una sensación
de entendimiento y apoyo mutuo. Supongo que yo los ayudo como ellos me ayudan a
mí a llevarlo mejor. Nos contamos «truquitos» que permiten mejorar como, por
ejemplo, seguir haciendo ejercicio de forma moderada si se puede porque nos
permite mantener la condición física y la calidad de vida.
Juan E. Trobajo de las Matas
Traumatólogo
miembro del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital
Quirónsalud La Coruña. Ha sido operado de rotura de menisco externo de la
rodilla.
No hay
médicos en mi familia, pero siempre me ha gustado la cirugía y la traumatología
debido a que fui alumno interno de la especialidad mientras estudiaba la
carrera. Aunque también me llamaba la atención la medicina del deporte. ¡Qué
curiosidad! He sido operado de una rotura del menisco externo de mi rodilla
izquierda. Una consecuencia dada por un mal gesto al realizar un lanzamiento de
balonmano. El deporte que practiqué en mi juventud y que quizá no debería haber
intentado recrear a mi edad. Desde ese momento tuve dificultades para la
práctica deportiva con bloqueos de la rodilla que yo mismo me «reducía» hasta
que dichos episodios se convirtieron en habituales con el mínimo esfuerzo y
decidí operarme. Un miembro de nuestro servicio fue el que me operó hace dos
años, el Dr. Baña,y durante la intervención y gracias a la visión a través del
monitor, «consensuábamos» los gestos quirúrgicos. Cirugía aparte, aunque
reconozco que no es lo más recomendable, yo he sido mi propio traumatólogo. La
recuperación ha sido muy buena, puesto que es algo que no lo recomiendo a mis
pacientes, a los dos días estaba pasando consulta... cojeando pero trabajando...
A las seis semanas comencé a hacer running, mi deporte en la actualidad. El
padecer una lesión «en carne propia» es muy interesante a la hora de valorar esa
misma patología en tus enfermos. Las sensaciones que ellos te describen las has
tenido tú, lo que te ayuda a darles la importancia adecuada. El hecho de ser
médico y paciente ha sido una ventaja aunque no creo que lo sea en todos los
casos. En general los médicos somos bastante «malos» enfermos.
Fuente:
La Razón de España.