Fármacos que alcanzan sitios inhóspitos del
cuerpo humano. Terapias alternativas y materiales novedosos. Argentina Investiga
dialogó con Eder Romero, referente del tema e investigadora de la Universidad
Nacional de Quilmes (UNQ), quien señaló que utilizan las nanoestructuras “para
enviar fármacos y ejecutar su acción a determinados sitios del cuerpo. La manera
en que se moverán y hacia dónde se dirigirán depende del modo en que se
diseñen”.
Desde
sus comienzos, en 2007, el Programa de Nanomedicinas de
la UNQ es dirigido por Eder Romero, doctora en Ciencias Exactas y licenciada en
Bioquímica, egresada de la Universidad Nacional de La Plata. Aunque, allá por
1999, no circulaba demasiada información respecto de las nanotecnologías, su
paso por laboratorios europeos la invitaban a experimentar en el campo de la
salud desde un universo prometedor, constituido a partir de materiales menos
costosos y originales. “Ni bien regresé al país puse manos a la obra y comencé a
examinar estrategias terapéuticas desde un enfoque distinto. No se trataba ni
de biología
molecular,
ni de diseñar moléculas, sino de fabricar estructuras, aunque muy pequeñas”,
explica.
El
“nanomundo” es un espacio con leyes propias, cuyos objetos conforman una escala
de longitud especial: unnanómetro equivale
a la mil millonésima parte de un metro. Se trata de un tamaño intermedio, ya que
sus elementos son más pequeños que las células, pero más grandes que los átomos.
Los microscopios de fuerza atómica facilitan su análisis y operan como llaves en
un terreno colmado de potencialidades alucinantes, que giran en torno de la
construcción de arquitecturas inteligentes. Tal como la define Romero, “una
nanoestructura es un arreglo tridimensional de elementos. Desde nuestro equipo,
las utilizamos para enviar fármacos y ejecutar su acción a determinados sitios
del cuerpo. La manera en que se moverán y hacia dónde se dirigirán depende del
modo en que se diseñe esa nanoestructura, que funciona como si se tratara de un
vehículo”.
Investigar en el campo de la salud no es tarea fácil. Por
ello, el desafío es trabajar en espacios vacantes mediante el diseño de
estrategias médicas no convencionales. En este sentido, el Programa concentra
sus esfuerzos en enfermedades que se destacan por su complejidad, como la
diabetes, el cáncer o las afecciones neurodegenerativas. Conforman el grupo de
patologías que causan los mayores índices de muertes a nivel mundial y que
representan cuantiosos gastos para los Estados. En esta línea, desde el
laboratorio se avanza tanto en el desarrollo de vacunas terapéuticas (las que se
aplican cuando la persona ya está enferma), así como también en diversas
terapias a partir de medios no invasivos. “En países como el nuestro es
fundamental no aplicar elementos inyectables. Hoy en día es posible vacunarse
mediante la aplicación de nanoestructuras sobre la piel sin el empleo de agujas,
para acceder a los puntos profundos sin dañar la piel y lograr una respuesta
adecuada. También evaluamos estrategias de entrega de fármacos por vía
inhalatoria y oral, como sucede en inflamaciones gastrointestinales”, señala.
Si bien las nanomedicinas, en la actualidad, conforman un
área en constante desarrollo, el Programa de la UNQ se distingue por la
singularidad de los materiales que utilizan para fabricarlas. El equipo de
Romero se destaca a nivel internacional por el empleo de arqueobacterias
hiperalófilas, unos microorganismos extraídos de salinas localizadas en la
ciudad de Puerto Madryn (Chubut). El procedimiento que adoptan los científicos
puede sintetizarse de la siguiente manera: “Los hacemos crecer, luego los
desarmamos y, por último, fabricamos nanoestructuras, cuyas propiedades difieren
de las diseñadas con elementos de uso más corriente”. Lo maravilloso es que
permiten la obtención de productos que desarrollan capacidades muy interesantes:
“Son compuestos que pueden almacenarse por largo plazo, resisten altas
temperaturas y presentan mejor disposición a ser enviados a sitios
específicamente localizados en los cuerpos”.
En la actualidad, todos los desarrollos enmarcados en el
Programa se encuentran en fase preclínica, etapa de pruebas que prevé la
utilización de animales y modelos celulares de tejidos. A pesar de los intentos,
Romero advierte que es muy difícil alcanzar las pruebas clínicas, es decir,
aquellas que involucran a centenares de miles de pacientes. “Los pasos
siguientes demandan la inversión de millones de dólares y, en Argentina, el
vínculo de los laboratorios con las empresas no está muy aceitado, pero nunca
perdemos las esperanzas”, concluye.
Leticia Spinelli
Dirección de Prensa y Comunicación Institucional
Leído en Argentina Investiga.