
Salud en Línea entrevistó a la abogada y especialista en bioétic aMaría Isabel Íñigo Petralanda para ahondar en el impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) en el ámbito de la salud
La experta abordó y desarrolló
temas como la bioética y su carácter transdisciplinario y personalista, la
relación entre el trabajo y la Inteligencia Artificial (IA); la transformación
digital de la salud como garante de accesibilidad, equidad y justicia; la
regulación y los posibles aprendizajes de lo actuado en otros países, y también
analizó la salida de la Argentina de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Salud en Línea:
¿Qué es la bioética?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Muchas
veces se cree que la bioética solo es opinión o promesa de una buena intención
para fidelizar actos morales. Sin embargo, la bioética es una transdisciplina
(integrada por ciencias sociales, antropológicas, filosóficas, medicas,
biomédicas, jurídicas etc.) que, con metodología y rigor científico, estudia y
valora en casos concretos, dilemas morales, jurídicos y sociales que surgen con
relación a las ciencias de la vida, el avance de la biomedicina, la
biotecnología e inteligencia artificial (por mencionar solo algunos).
Salud en Línea:
¿Y el medioambiente está incluido?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Claramente
el medioambiente también, así como los recursos naturales, los animales y todo
que condicione o comprometa la vida de las actuales y futuras generaciones de
personas.
Salud en Línea:
¿Y el trabajo y la tecnología como la IA?
Salud en Línea:
¿Y el medioambiente está incluido?
María Isabel Íñigo
Petralanda: El
trabajo es un instrumento de dignidad y vida, que nos implica a hombres y mu eres
en la función social por excelencia. Del trabajo surgen bienes y servicios para
responder a otras funciones vitales propias y de la sociedad.
La tecnología ha estado junto al
hombre desde su inicio en diversos grados de desarrollo como una herramienta
que surge del intelecto humano y a fines de asistirlo. Un buen ejemplo es el
martillo que asiste al carpintero para elaborar el techo de una casa, o en
mayor grado de complejidad el algoritmo que detecta una imagen patológica en un
estudio de diagnóstico por imágenes.
La naturaleza de “cosa al
servicio” es la misma, lo que no va a ser lo mismo es la complejidad y su
destino. Y sobre esto último me quiero detener ya que debe tener un fin de
servicio para un alguien, la persona en concreto (siempre) y no al revés, que esta
tecnología se fagocite la dignidad. Con esto no quiero decir que la IA
reemplaza a las personas, sino que la IA aprendida en una curva de desarrollo
en un grupo social es fundamental para tomar decisiones responsables.
Salud en Línea:
¿Es decir bioética, tecnología y sociedad van de la mano?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Si,
porque necesitamos de otros para vivir. Sin otro humano, “nadie se salva”
y de paso te adelanto que sin humanos no hay tecnología, o habría martillo
(para todo).
Salud en Línea:
¿Por qué hablas de ética “personalista”?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Porque
desde la bioética personalista se afirma que la persona humana es el centro,
sujeto y fin de toda intervención técnica, asistencial o investigativa. Se
parte de la dignidad de quien “es” la persona (un alguien singular), que no se
puede reducir a mercancía, función o utilidad. Además, se promueve una ética
del cuidado, del respeto integral, de la participación con otros en la sociedad
y del bien común (por las razones que te mencionaba de que nadie se salva
solo). Esta visión no se limita a aplicar principios, sino que propone una
ética relacional en acto y contextual. Los actos deben procurar verdad y bondad
por parte de quien los ejecuta. Se médico, paciente etc. La bioética
personalista (como filosofía practica) procura alcanzar el bien y evitar el mal
como hipótesis de mínima.
Salud en Línea:
¿Por qué es clave para el desarrollo de la salud digital?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Porque
la salud digital involucra decisiones que tocan la intimidad, la autonomía, la
vida y la integridad de las personas. No es solo una herramienta tecnológica;
es una forma de organizar el cuidado, de recolectar, analizar y actuar sobre
datos sensibles que reflejan dimensiones profundas del sujeto.
Como dije hasta saciar, desde la
bioética personalista, la salud digital debe estar al servicio de la persona y
no al revés. Esto implica asegurar que cada innovación respete la
centralidad del paciente como sujeto moral, que no sea tratado como objeto de
cálculo o predicción, sino como alguien con historia, contexto, valores y
necesidades singulares. Este enfoque impulsa una transformación digital
humanizada, que garantice accesibilidad, equidad y justicia.
Salud en Línea:
¿Qué pensás de la idea de que no se puede avanzar con la IA en salud sin un
asesoramiento en bioética?
María Isabel Íñigo
Petralanda: No solo es una idea
acertada: es una condición de posibilidad para que la IA en salud sea legítima,
segura y verdaderamente útil. La implementación de inteligencia artificial
sin asesoramiento bioético corre el riesgo de despersonalizar la atención,
opacar la responsabilidad de los decisores o invisibilizar los sesgos que
afectan especialmente a poblaciones vulnerables.
Desde la bioética personalista,
esto cobra aún más fuerza: los desarrollos algorítmicos deben partir del
respeto a la persona concreta, con sus límites, derechos, miedos y esperanzas.
Un algoritmo que predice diagnósticos o decide tratamientos sin resguardar la
dimensión ética y humana del acto médico se podría convertir en una amenaza.
Por eso el acompañamiento bioético no es un freno, sino un marco valorativo
para un desarrollo moralmente sostenible.
En los comités de ética en
investigación (CEIs), yo coordino el de la Universidad Católica Argentina,
analizamos rigurosamente y valoramos moralmente y con carácter vinculante (Ley
3301) las intervenciones donde tecnologías digitales tienen un grado de proximidad
con el participante o riesgo para la sociedad. Es decir, cuestiones tales como
el diseño de la solución con grado médico, la toma del consentimiento
informado, esclarecido y digital y la captura de datos sensibles.
Salud en Línea:
En este escenario, ¿dónde es importante la regulación y por qué?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Una pregunta simple
de compleja respuesta. La regulación de la inteligencia artificial y la
salud digital en Argentina es clave en cuatro planos estratégicos: en primer
lugar, la protección de datos personales sensibles ya que la salud digital
implica la circulación masiva de datos biomédicos, genómicos y contextuales. Es
indispensable asegurar que su tratamiento cumpla con estándares de
confidencialidad, consentimiento informado, minimización de uso y control por
parte de la persona. Hoy, la Ley 25.326 de Protección de Datos Personales
(Nueva ley en tratamiento Parlamentario) necesita salir a la luz para dar
respuesta a los desafíos de algoritmos que procesan grandes volúmenes de
información sensible.
En segundo lugar, la validación
clínica y eficacia de tecnologías algorítmicas. La ANMAT y la ANEFITS
deben trabajar articuladamente para evaluar que las soluciones de IA tengan
respaldo clínico y ética aplicada, especialmente si se utilizan para
diagnóstico, tratamiento o estratificación de riesgo. No todo software con IA
debe ser aprobado, solo aquel que demuestre valor sanitario real, equidad en su
impacto y seguridad para los pacientes.
En tercer lugar, la
responsabilidad civil, penal y ética por errores algorítmicos. Frente a
fallas en sistemas de IA usados en medicina, es necesario definir claramente
las responsabilidades entre desarrolladores, profesionales que usan la
herramienta, instituciones que la adoptan y organismos que la aprueban. La
ausencia de regulación puede generar vacíos legales, impunidad o daños sin
reparación. Esto requiere reformas legislativas que contemplen explícitamente a
los sistemas algorítmicos en el derecho de daños y en la ley de defensa del
paciente.
Por último, la auditoría ética y
transparencia algorítmica. No se puede permitir que la IA en salud opere como
una “caja negra” ni que se frene a innovación por temor a que potencialmente
haga daño. Deben existir mecanismos formales para auditar cómo funciona un algoritmo,
bajo qué datos fue entrenado y si reproduce sesgos. Los comités de ética en
investigación y los comités hospitalarios deben tener competencias reforzadas
para evaluar estas tecnologías, en consonancia con principios bioéticos como
justicia, beneficencia y no maleficencia.
Desde una mirada personalista,
regular la IA no es limitar el progreso: es garantizar que ese progreso esté
verdaderamente al servicio de la persona humana, que no sea excluyente, que no
mercantilice lo íntimo ni fragmente lo relacional. En este sentido, la
regulación es un acto de cuidado, de justicia y de responsabilidad
institucional.
Salud en Línea:
¿Qué se puede aprender de otros países que avanzan en la implementación de
IA para la salud con Estados comprometidos en este escenario? ¿Cómo está
Argentina? ¿Y el resto de los países de la región?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Los
países que han avanzado con marcos regulatorios sólidos y Estados activos —como
Canadá, Reino Unido o Finlandia— muestran que no hay transformación digital
sostenible sin políticas públicas centradas en la equidad, la transparencia y
la participación.
Desde una mirada personalista,
esos modelos permiten ver que lo esencial no es solo la infraestructura o la
interoperabilidad técnica, sino la voluntad política de cuidar a las personas
en su dimensión integral. En Argentina hay un gran potencial técnico y
humano, pero falta una mayor articulación normativa y una estrategia nacional
centrada en la persona. En la región, el panorama es heterogéneo: algunos
países han avanzado en historiales clínicos electrónicos y otros en regulación,
pero casi ninguno ha integrado aún de manera sistemática la dimensión ética y
relacional de la IA.
Salud en Línea:
¿En qué impacta salir de la OMS para el cumplimiento de los ocho principios
rectores de la transformación digital del sector de la salud que promueve la
OPS?
María Isabel Íñigo
Petralanda: Salir de la
OMS a priori debilita los procesos de cooperación, vigilancia
epidemiológica y construcción de políticas comunes. Pero también implica
un impacto simbólico y ético: es una retirada del compromiso colectivo con los
valores de solidaridad, universalidad y protección de los más débiles.
Los ocho principios de la OPS
(equidad, solidaridad, gobernanza, participación, entre otros) son
profundamente convergentes con el enfoque personalista. Prescindir de
estos marcos compartidos puede favorecer modelos de salud digital fragmentados,
mercantilizados o deshumanizados. La salud —y su digitalización— no puede
pensarse desde el aislamiento ni desde intereses individuales: requiere
comunidad, vínculo y responsabilidad mutua.
Fuente: Salud
en Línea